—¿Eh? Claro. Si gustas puedo cocinar algo para ti.— Sonrío ampliamente, con cierto nerviosismo aun vigente, pero que se iba disipando con el transcurso del tiempo al hablar.

La quetzal le indico que lo siguiera hasta la cocina del castillo, algunos sirvientes estaban presentes en medio de sus labores pero al ser un sitio recurrente de la peliverde no mostraron mayor atención más que para el saludo. Incluso al príncipe solo le reverenciaron y siguieron en lo suyo; aquella era de las áreas más ocupadas del castillo.

—Bien, joven Daleth, ¿Tiene alguna restricción alimenticia?

— ¿Eres vegetariana? ¿Me enseñarías tus recetas o platillos favoritos? — Le preguntó con bastante curiosidad, ya que le llamaba la atención lo de la gastronomía en Aeriana.

— ¡Ah, está bien! — Se va de allí, por el mismo camino del cual llegó. (?)

—Es que yo...— Miró la comida un momento, no era de su especial agrado algo que tuviera que ver con carne. Igualmente le sonrió por el gesto y agradeció. —Bueno, es que yo no suelo comer eso... ¡Pero le agradezco! Su intención es bien recibida, joven príncipe.

— ¡Tengo sardinas! ¿Quieres? *.*