31-35, F
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Nexialist · 26-30, M
-Se sorprende un poco por su pregunta, no sabe si sea parte de una buena actuación o tal vez no está de acuerdo en que él sea quien la ayude. No es de extrañar cuando se tiene al diablo al lado ojeando cada sutil movimiento en la mujer, parece estarse tomando el tiempo para responder sin despegar el ojo.- La tortura entra en el contrato pero si, es un día especial. -Y la mirada se desvía con sutileza hacia la jaula de al lado, los guardias siguen hablando mientras caminan. Los mercenarios lo ven, tal vez ellos ya saben lo que se cocina.- Mi jefe paga bien en estos días. -Los ojos se cruzan con los de ellos, algunos tentados por las palabras que, a pesar de salir secas, se deslizan con gracia. Otros parecen llenos de ese hielo que les come la espalda, ese escalofrío pasadero que genera sutiles temblores en los cuellos.
Cuando regresa a ella susurra por lo más bajo, casi indescriptible salvo para la cercanía que toma.- Apúrate. -Y se le nota la impaciencia a simple vista. Normal siendo alguien burdo como para haber vivido en las cloacas, es como si hubieran puesto al ser más repulsivo frente al más puro de toda la tierra.
Y justo en ese momento donde todo parece ir bien es que se aparece el guardia que llega nuevamente por detrás con la lanza, se pone cerca de ellos dos y dice en voz alta "Te gusta charlar con los esclavos", es un hombre bigotón y de rostro gracioso, las facciones exageradas en los ojos hacen que el casco del uniforme se vea menos serio. El mismo menea la lanza de un lado a otro como un niño con un juguete, golpea el suelo delante de ellos con el filo. "Deberías unirte a ellos, tengo unos grilletes de sobra", no miente y no parece que al resto de guardias le importe demasiado, es más, los mercenarios que se habían interesado ahora daban la vista gorda para no formar parte del problema.-
Prefiero la paga, no me interesa formar parte de estos fenómenos. -Nuevamente escupe, esta vez hacia la jaula que va junto a los presos que caminan, su flema golpea a un anciano robusto y de orejas puntiagudas que ya no puede distinguirse entre un elfo y un orco antiquísimo por tantas arrugas.
La risa consume al guardia, tal vez como buena señal para Jhyan que ya estaba a punto de desenvainar las dagas, desistiendo al ser fructífera su artimaña. El demonio aún esperaba una pizca de sutil ayuda, una señal.-
Cuando regresa a ella susurra por lo más bajo, casi indescriptible salvo para la cercanía que toma.- Apúrate. -Y se le nota la impaciencia a simple vista. Normal siendo alguien burdo como para haber vivido en las cloacas, es como si hubieran puesto al ser más repulsivo frente al más puro de toda la tierra.
Y justo en ese momento donde todo parece ir bien es que se aparece el guardia que llega nuevamente por detrás con la lanza, se pone cerca de ellos dos y dice en voz alta "Te gusta charlar con los esclavos", es un hombre bigotón y de rostro gracioso, las facciones exageradas en los ojos hacen que el casco del uniforme se vea menos serio. El mismo menea la lanza de un lado a otro como un niño con un juguete, golpea el suelo delante de ellos con el filo. "Deberías unirte a ellos, tengo unos grilletes de sobra", no miente y no parece que al resto de guardias le importe demasiado, es más, los mercenarios que se habían interesado ahora daban la vista gorda para no formar parte del problema.-
Prefiero la paga, no me interesa formar parte de estos fenómenos. -Nuevamente escupe, esta vez hacia la jaula que va junto a los presos que caminan, su flema golpea a un anciano robusto y de orejas puntiagudas que ya no puede distinguirse entre un elfo y un orco antiquísimo por tantas arrugas.
La risa consume al guardia, tal vez como buena señal para Jhyan que ya estaba a punto de desenvainar las dagas, desistiendo al ser fructífera su artimaña. El demonio aún esperaba una pizca de sutil ayuda, una señal.-
Nexialist · 26-30, M
[med]El primer bosquejo de desamparados[/med]
Descontenta es la justicia cuando los hombres añoran poder sobre el resto de seres, no hay tanta crueldad en el universo como la que pueda mostrar un simple mortal con la confianza necesaria para blandir aquellas armas sobre gente que busca existir con inocencia. De cierta forma aquél acto de rebelión tan fugaz por parte de un espíritu salvaje que jamás se había visto causó que algunos mercenarios se unieran a la caravana de esclavos como apoyo ante la rebeldía de algunas "criaturas".
¿Por qué tan desesperado? Cuando la lanza golpeó el brazo del hombre también lo inutilizó a pesar de su armadura y musculatura. Un trol sintió ese hálito de adrenalina y se alocó entre cadenas hasta romperlas durante el proceso de captura de la propia pegaso que pareció, según el propio ladronzuelo que vigilaba las preparaciones desde la distancia, un acto irónico de heroísmo.
Se notaba la peste en la mirada de este hombre, Jhyan, cuyos ojos brillaban en matices carmesí bajo la capucha de tela cuando se cruzó con las doradas pupilas de la mujer, no duró mucho no sólo por la caminata que comenzaba sino porque el trol fue asesinado a base de cortes de espadazos lo bastante ruidosos como para distraerse, "es irremediable llevar algo tan peligroso durante todo este camino" justifica el que parece liderar los carromatos cuando da el primer azote a los caballos para que comience la andada.
Cinco jinetes y cuatro mercenarios, dos jaulas sobre ruedas con las criaturas más débiles y cadenas con grilletes de púas para los que parecen más fuertes e inquietos. Claro que la "potrilla" fue de estos últimos, el dolor de las heridas no parecía ser lo único a soportar. "Los desgastaremos durante el camino, los que sobrevivan podrán servirnos como gladiadores, mejor que en Ciudad de la Calma".
El azabache que los espiaba tan atento terminó siendo uno de los que se ofreció como resguardo para controlar que nadie trate de liberarse otra vez. Tras ese par de horas de empezar a viajar decidió llegar hasta un lado de la mujer con rasgos equinos mientras parecía cargar algo en la boca, algo que se retorcía con un suave ruido grotesco y húmedo. Una flema que escupió frente al andar ajeno, el soldado herido se apartó un poco por el asco.
¿Qué tan mal estás, yegua? Un susurro, grave como el crujir de montañas a segundos de un derrumbe, escapó del encapuchado de porte torcido. Se ve que bastante. Casi instantáneo luego de que la ojeada no se limita sólo a lo más sugerente sino a los más ínfimos detalles que pudiera ver en Lilly. Algo dificultoso durante el ocaso que finalmente llegaba, el sol a espaldas de ellos empezaba a dejar de acariciar los árboles que seguían al camino de tierra que parecía perderse en el horizonte del este que empieza a asomar una blanquecina luna llena en la cual él parecía estar más camuflado.
Jhyan iba acompañado por brotes de ceniza sobre cota de cuero ennegrecido por lo que parecía ser carbón según el olor, como quien acaba de revolcarse entre tablas quemadas y cenizas, ofusca cualquier olor insípido que pueda traer uno de su estirpe. Si, a simple vista parecía ser un joven hombre común pero algo no estaba bien con él, con su cadavérica presencia incluso con pocas palabras podría helar incluso el corazón más valeroso y colérico. Ese alarido interno es entendido por cualquier ser como "la bestia interna", como si su instinto primigenio estuviera creciendo a pasos agigantados a la espera de algo.
Un movimiento sutil de su mano reveló, bajo su brazal, un pequeño trozo metálico que apenas superaba dos uñas en grosor. Algo tan delgado que fácilmente se puede perder en las manos de un niño, una ganzúa que parecía ofrecer a la de cabellos dorados con una insolencia tan sigilosa que parecía no ser confiable en la facilidad que tiene para intentar ayudar. <¿Enserio vas a liberar a la más sospechosa?> Piensa el otro que en la mente del azabache susurra blasfemias. Mismas que son contestadas en voz alta como un entonar de graves saliendo de su garganta arenosa y seca.- ¡Qué desagradable e inmunda criatura, los ojos en el suelo! -Trató de atizar el puño contra las muñecas de la pegaso, la ganzúa ya estaba en mano para clavarse contra los grilletes. Los jinetes oyeron al mercenario y les pareció normal el maltrato, algunos incluso rieron.
Descontenta es la justicia cuando los hombres añoran poder sobre el resto de seres, no hay tanta crueldad en el universo como la que pueda mostrar un simple mortal con la confianza necesaria para blandir aquellas armas sobre gente que busca existir con inocencia. De cierta forma aquél acto de rebelión tan fugaz por parte de un espíritu salvaje que jamás se había visto causó que algunos mercenarios se unieran a la caravana de esclavos como apoyo ante la rebeldía de algunas "criaturas".
¿Por qué tan desesperado? Cuando la lanza golpeó el brazo del hombre también lo inutilizó a pesar de su armadura y musculatura. Un trol sintió ese hálito de adrenalina y se alocó entre cadenas hasta romperlas durante el proceso de captura de la propia pegaso que pareció, según el propio ladronzuelo que vigilaba las preparaciones desde la distancia, un acto irónico de heroísmo.
Se notaba la peste en la mirada de este hombre, Jhyan, cuyos ojos brillaban en matices carmesí bajo la capucha de tela cuando se cruzó con las doradas pupilas de la mujer, no duró mucho no sólo por la caminata que comenzaba sino porque el trol fue asesinado a base de cortes de espadazos lo bastante ruidosos como para distraerse, "es irremediable llevar algo tan peligroso durante todo este camino" justifica el que parece liderar los carromatos cuando da el primer azote a los caballos para que comience la andada.
Partieron de la ciudad horas antes del atardecer.
Cinco jinetes y cuatro mercenarios, dos jaulas sobre ruedas con las criaturas más débiles y cadenas con grilletes de púas para los que parecen más fuertes e inquietos. Claro que la "potrilla" fue de estos últimos, el dolor de las heridas no parecía ser lo único a soportar. "Los desgastaremos durante el camino, los que sobrevivan podrán servirnos como gladiadores, mejor que en Ciudad de la Calma".
El azabache que los espiaba tan atento terminó siendo uno de los que se ofreció como resguardo para controlar que nadie trate de liberarse otra vez. Tras ese par de horas de empezar a viajar decidió llegar hasta un lado de la mujer con rasgos equinos mientras parecía cargar algo en la boca, algo que se retorcía con un suave ruido grotesco y húmedo. Una flema que escupió frente al andar ajeno, el soldado herido se apartó un poco por el asco.
¿Qué tan mal estás, yegua? Un susurro, grave como el crujir de montañas a segundos de un derrumbe, escapó del encapuchado de porte torcido. Se ve que bastante. Casi instantáneo luego de que la ojeada no se limita sólo a lo más sugerente sino a los más ínfimos detalles que pudiera ver en Lilly. Algo dificultoso durante el ocaso que finalmente llegaba, el sol a espaldas de ellos empezaba a dejar de acariciar los árboles que seguían al camino de tierra que parecía perderse en el horizonte del este que empieza a asomar una blanquecina luna llena en la cual él parecía estar más camuflado.
Jhyan iba acompañado por brotes de ceniza sobre cota de cuero ennegrecido por lo que parecía ser carbón según el olor, como quien acaba de revolcarse entre tablas quemadas y cenizas, ofusca cualquier olor insípido que pueda traer uno de su estirpe. Si, a simple vista parecía ser un joven hombre común pero algo no estaba bien con él, con su cadavérica presencia incluso con pocas palabras podría helar incluso el corazón más valeroso y colérico. Ese alarido interno es entendido por cualquier ser como "la bestia interna", como si su instinto primigenio estuviera creciendo a pasos agigantados a la espera de algo.
Un movimiento sutil de su mano reveló, bajo su brazal, un pequeño trozo metálico que apenas superaba dos uñas en grosor. Algo tan delgado que fácilmente se puede perder en las manos de un niño, una ganzúa que parecía ofrecer a la de cabellos dorados con una insolencia tan sigilosa que parecía no ser confiable en la facilidad que tiene para intentar ayudar. <¿Enserio vas a liberar a la más sospechosa?> Piensa el otro que en la mente del azabache susurra blasfemias. Mismas que son contestadas en voz alta como un entonar de graves saliendo de su garganta arenosa y seca.- ¡Qué desagradable e inmunda criatura, los ojos en el suelo! -Trató de atizar el puño contra las muñecas de la pegaso, la ganzúa ya estaba en mano para clavarse contra los grilletes. Los jinetes oyeron al mercenario y les pareció normal el maltrato, algunos incluso rieron.
Nexialist · 26-30, M
Mortales en ausencia de los Dioses
Desde las montañas norteñas hasta las "calmadas" costas del Sur no había siquiera atisbo de conflicto abierto desde hacía más de una década cuando un gran imperio invasor fue rechazado por los reinos que se unieron bajo un mismo escudo. Marcando el fin de un periodo lleno de tensiones para comenzar la "Era de los Hombres Libres" con lo cual empezaron a lucir espadas en todos los poblados donde la jurisdicción de soldados se hizo limitada por el enorme periodo de reconstrucción.
El "ahora" eran tiempos donde mercenarios y bandidos poblaban las tierras del continente, algunos locales aventureros en búsqueda de tesoros y una vida llena de adrenalina, algunos extranjeros que no tuvieron otra opción más que escudriñarse en contratos de trabajo.
Hoy esa paz cambiaba con una declaración tan simple, una única palabra que estremece la tierra política y social para movilizar al mundo entero nuevamente al desorden y caos de odiar a los que son de otros principios u otras creencias. Todo comenzó desde dentro, desde la corrupción más abrupta presentada por los más viles terratenientes que con codicia tomaron bajo golpe militar una de las coronas más respetadas del islote para comenzar, bajo una nueva bandera religiosa, una caza de brujas que discrimina todo lo distinto al humano.
El centro del continente era un lugar de mente abierta y comprensión, uno donde todos caían para visitar gremios y entidades privadas de contratos que no discriminaban ser alguno. Esto debido a que ahí convergían muchas fronteras consideradas independientes para el tránsito de "convenios" donde cualquiera que quisiera saltar a la aventura o trabajar podía hacerlo con sólo presentarse con el equipo adecuado.
Las tierras de Tesalia se trata de una zona donde esa brecha se abre para dar a lugar a asentamientos civiles que no están bajo ningún reinado más que la propia ciudadanía de cada ubicación. Era algo muy útil para quien busca cobijo de persecuciones contra la ley o simplemente la comodidad de poder portar cualquier bandera o creencia sin ser juzgado por los panteones de dioses que se sumaban a las decenas de religiones con las que se llena el mundo.
Era en ese lugar donde ahora arrimos de manos humanas alzaban los estandartes sobre las murallas cuando finalmente aquél enorme pueblo entre la periferia de los reinos es conquistado por poderosos lanceros de cascos dorados y pecho descubierto, mercenarios revestidos de cuero y un cortinaje de sacerdotes. Era de tarde cuando un sin fin de seres de distinta procedencia son puestos bajo cadenas, desde las más armoniosas ninfas hasta los trols más brutales y desalmados sin puestos en jaulas de carromato para luego tratar de surcar los caminos en dirección a oriente por medio de la enorme cantidad de tierras diversas dispuestas casi adrede por los dioses, casi nada de distancia.
Los independientes transitaban los caminos ya que las murallas que protegían el asentamiento a la vez servían como una enorme jaula para quienes se quisieran refugiar dentro. Uno de ellos yacía a la distancia de esos caminos, desleal a las órdenes se plantarse en el poblado para corroborar que no hubiera quedado nada relacionado con esas estirpes de "paganos". No, él decidió quedarse a escasos metros de la arboleda que hace un seguimiento circunferencial del muro para observar a los soldados que capturaron la ciudad preparándose con toda esa cantidad extraña y variada de criaturas ahora esclavizadas.
Aoi1566891 · 26-30, F
Aoi1566891 thinks you are Clumsy.