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UmbraEterna · M
(...) espalda contra el árbol para recordar las palabras de la gran elfa y las indicaciones que se le fueron otorgadas. Así fue como la noche llegó, no hacía frío y por unos minutos el heraldo infernal dormitó oscilando entre sueño lujuriosos y proféticos, hasta que la gran yegua con su hocico húmedo, le dio cariñosos empujoncitos sobre su mejilla derecha despertándolo.
- Hermosa, ¿Ya es hora? – Dijo aperezado, dirigiendo sus manos hacia su rostro buscó lucidez y fuerza para levantarse. Caminó lo suficiente como para poder ver el firmamento mágico y cargado de estrellas, tantas como dioses hay en los mundos y que ahora son sus testigos.
La diestra alzó como si esperanzado buscara atrapar alguno de los fulgores fijos en lo alto al lado de su Diosa y de inmediato, con una fuerte ráfaga de viento que esparció su perfume infame, la runa Cadaith en el dorso de su mano, brillo tanto que sus luceros fueron lastimados (...)(2)
- Hermosa, ¿Ya es hora? – Dijo aperezado, dirigiendo sus manos hacia su rostro buscó lucidez y fuerza para levantarse. Caminó lo suficiente como para poder ver el firmamento mágico y cargado de estrellas, tantas como dioses hay en los mundos y que ahora son sus testigos.
La diestra alzó como si esperanzado buscara atrapar alguno de los fulgores fijos en lo alto al lado de su Diosa y de inmediato, con una fuerte ráfaga de viento que esparció su perfume infame, la runa Cadaith en el dorso de su mano, brillo tanto que sus luceros fueron lastimados (...)(2)
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