— Sí ¿ O deseas probar mis armas? — Beso sus labios y los dejo con la marca de su oscuro lápiz labial — Marcado.~—

—¿Combate a puños?— Parece una propuesta interesante, y justa. La mira a lo bajo, con una mano en la cintura que muestra una postura orgullosa y confiada, con la otra sostiene el fino mentón de su contraria en una caricia. Se inclina para darle un beso amoroso.

La.-

—Ya no se puede, debo cambiar la placa— Mira el saco de box con las placas gruesas de titanio desfiguradas por todos los golpes junto con estos últimos que pudo ver. Así no servía, los ataques se desviarian por ña superficie irregular— Debo conseguir algo más duro —Suspira, palmeando el saco de box, dando unos pasos luego a su esposo. Le miró hacia arriba con curiosidad — Deberíamos entrenar uno de estos días ¿No crees?—

Golpea duro, debe admitirlo, no cree haber conocido a nadie que tenga esa potencia. El saco golpea su pecho, y la fricción del acero con su cuerpo de ébano crean una nube de vapor que deja todo en misterio por un momento. Cuando por fin se despeja el vapor, el calé esta de pie, firme como una montaña.

—Te dije que no te preocupes, no te detengas.— Su cuerpo es más duro que un diamante.

— Cierto, cierto...estoy acostumbrada a los delicados vampiros de ahora que se dicen ser príncipes y reyes . Lo lamento — Tomo posición de combate para mayor potencia, cuando soltó un segundo golpe con la mano derecha en dirección al saco de boxeo, de lleno sonó el titanio a medio doblar por los nudillos que ni siquiera se eneojecieron por su golpe a pesar del enorme estruendo. De inmediato miró a su esposo tras el artefacto de entrenamiento.

— Parece que olvidas la fortaleza de los Ventrue, esposa.— Zurra el costal con unos buenos palmetazos, invitándola a no tener miedo por él y golpear. Parece que olvida que el calé es un guerrero también, uno que tiene la reputación entre los vampiros de haber sobrevivido a la luz del día con su Fortaleza.

— Esposo... — Susurro para sí, algo de pena le daba decir esa palabra por alguna razón. De todos modos sacudió su rostro y le vio tras el saco de boxeo modificado.

— ¿ Estás seguro? No deseo golpearte.

—Esposo.— Le corrige, debe llamarlo así ahora. O marido, como ella prefiera.

Camina donde la contraria entrena, y pasando por ahí, le da un nalgazo en el culo.

—Déjame ayudarte, o la cadena no resistirá demasiado.— Se pone atrás del costal para sostenerlo, y su amada podrá golpear sin que este se mueva tanto.

—Mahesh.

Dijo luego de golpear con su puño diestro desnudo un saco de box reforzado con titanio, que a duras penas soporto la potencia del golpe de la inhumana albina.

Le saludo luego como si nada mientras meneaba su mano a forma de saludo.