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LA PERSECUCIÓN.
 
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AemondTargaryen · 31-35
Al escucharla levantó sus cejas. Omitiendo comentario alguno tuvo toda la paciencia para dar un generoso trato a su taza de café; esta nunca tembló ante su pulso.

Se relamió los labios al terminar, después encogió sus hombros.

— Ya tengo las respuestas que necesito. — Y continuó caminando hacia su habitación, pasándole por un lado hasta continuar. Curiosamente en él había un aroma familiar allí, uno que a pesar de haberse duchado varias veces seguía estando presente.

Era normal, pasó mucho tiempo alimentándose de comida de Zeyia. Tenía el aroma en su piel, en su carne. La arena y la tierra también parecían estar en el libro que llevaba.

— Llévate algo de shampoo; la última vez que me vi tenía el cabello horrible. — Y abrió la puerta de su alcoba, que empujó con el pie para cerrarla tras entrar.
 
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