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LA PERSECUCIÓN.
 
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Thelilacwitch · 22-25
Se tocó el pelo sintiendo su aroma de paso, oh, cuánto deseaba haberse visto en un espejo antes. Jana estaba compuesta de aires salvajes del medievo, la dureza de los prejuicios que imaginaba por parte de Aemond hirieron su orgullo.

Tan cambiado fue, ni el misero rastro de lo que conoció.

Estaba arrepentida. Fue el peor de sus errores regresar. Continuó su camino con un peso que no comprendía y pretendía ignorar hasta tener valentía.
AemondTargaryen · 31-35
Al escucharla levantó sus cejas. Omitiendo comentario alguno tuvo toda la paciencia para dar un generoso trato a su taza de café; esta nunca tembló ante su pulso.

Se relamió los labios al terminar, después encogió sus hombros.

— Ya tengo las respuestas que necesito. — Y continuó caminando hacia su habitación, pasándole por un lado hasta continuar. Curiosamente en él había un aroma familiar allí, uno que a pesar de haberse duchado varias veces seguía estando presente.

Era normal, pasó mucho tiempo alimentándose de comida de Zeyia. Tenía el aroma en su piel, en su carne. La arena y la tierra también parecían estar en el libro que llevaba.

— Llévate algo de shampoo; la última vez que me vi tenía el cabello horrible. — Y abrió la puerta de su alcoba, que empujó con el pie para cerrarla tras entrar.
Thelilacwitch · 22-25
Y claro que no, si afectaba el equilibrio que había hallado en otro mundo. Estaba aturdida, en el fondo convenciendo a su propio sistema de que lo tenía bajo control. Su cara no decía de la aceleración de sus pensamientos y posibles palabras. Una parte suya, que no mató bien, quería arrepentirse... pero echarse atrás no parecía una opción en ese momento.

Ella no tenía ni idea de que el hombre al frente ya no era rey.

¿Quién era?

¿En quiénes se convirtieron?
Thelilacwitch · 22-25
No volvería a ese lugar. Se agarró los vestidos, que descuadraban el ambiente moderno, y se giró de regreso por el pasillo que la condujo hasta allí.

Pero él estaba ahí, casi tropezando uno con otro. Años atrás esta escena sucedía con Janâ diciendo que lo atrapó en trato familiar, con un abrazo del alma y algún susurro jueguetón. Ninguno dijo nada, todo estaba dicho al ver el mismo libro que tenía bajo su brazo.

Se paralizaron sus dedos y la invocación del portal para salir huyendo. ¿Huir? Janâ se había vuelto una cobarde, ¡¿una cobarde?! No lo permitiría, suspiró y levantó las manos para indicarle que venía en paz.

━Haz tus preguntas... esto no debió suceder.
Thelilacwitch · 22-25
Estuvo un buen rato admirando cuánto cambio hubo en su ausencia dentro de palacio. Evitó por todos los medios mirar los cuadros del antiguo rey, no sabía si estaba vivo o si se había casado de nuevo. En el último caso lo comprendía perfectamente, él era libre de amar otra vez.

De pronto paró en seco ante un ventanal con vista a Westeros. Más bella que nunca, jamás la imaginó así. En vista de aquello todas sus fuerzas arrebataron con querer volver a este mundo, con sus hijos y... ¿él? No. Era tonto pensarlo; un reino como este debía consumir al rey hasta sus segundos en el sanitario. Recordó la razón porque se fue.

Quiso verle sólo por curiosidad, ¡hah! esa fue la mentira piadosa para sí misma.

Lo quería todo. Un poco pena le punzó el pecho.

Estuvo perdida por la nueva estructura del lugar, se guiaba por las puertas viejas con grabados y al ver la puerta de la habitación real se estremeció.
Thelilacwitch · 22-25
El pequeño bulto bañado por luz lunar lloró una sola vez, sin forma ni miembros. No vivió.

Con desdén veía el reflejo de su ambición quemándose en la fogata.

Esa misma noche abandonó la casa con Aemond dormido, requería atender unos asuntos cruzando la línea. El mismo libro evocó su presencia en la fortaleza, no tenía ahí razón mas que la añoranza de una madre. En su otra vida no podía concebir, era el precio de revivir a una persona y es que su Aemond había muerto sobre la montura el día que perdió.

Inmensas olas de recuerdo golpearon la costa más sensible de su ser, durante todos esos años se negó a admitir que extrañaba a sus hijos porque, sumida en la ignorancia de su futuro, creyó poder tener otros.

Vagando entre los pasillos las vió, estaban juntas sus gemelas y por sus anillos supuso que se habían enlazado. Su único hijo varón llegaba junto a ellas con varios papeles, ah sí, de seguro era la Mano del rey. La imagen aligeró a la bruja.
Thelilacwitch · 22-25
Era bueno.

La vida en las afueras de Zeyia se resumían en caminatas por el campo, visitar antiguas construcciones, experimentos en la cocina y reír de las travesuras que juntos cometían.

Tenían amigos en otros reinos, pero jamás asistían a visitarles, estaban más ocupados subiendo a la terraza para, según Janâ, tratar de tocar el cielo. Pese a no lograrlo como ella quería almenos tenía la certeza de que ningún peligro iba a separarles, que él siempre sería suyo.

Los primeros diez años fueron perfectos, ella jamás envejeció. Echar raíces nunca la motivó a casarse, pero deseaban una familia. Esto no fue objeto de discusión hasta que Janâ comenzó a soñar con sus hijos, quería eso de vuelta.

Se ocultaba cada luna llena a escondidas para tenerlo: de barro, tela, paja. Ninguno dió el llanto de la vida. Nada podía quitarle su sueño de entre las cejas, mismo que la condujo a las artes del caos. El testigo de su magia negra fue el bosque.
AemondTargaryen · 31-35
Eventualmente comenzó a salir, pero las cosas eran diferentes. Supervisaba de forma desanimada, aunque algunas veces sonreía cuando sus hijas obtenían avances; ellas eran verdaderamente talentosas, después se sumaron sus hijos, también sus nietos. En realidad se equivocó en hacerlo todo solo.

Y entonces se iba. Volvía, y desaparecía de nuevo. Algunas veces llegaba sucio, lleno de tierra, pero pedía que se le ignorara y solo acudía a la ducha para irse otra vez.

Un día llegó con una herida que en realidad ocupaba antibióticos y una sutura decente. Ya había recibido ambos, así que se dio el lujo de ir en busca de un café y volver a su habitación para dormir... Justo cuando sintió una energía terriblemente familiar, a la vuelta del pasillo.

Se detuvo, mirando expectante y esperando haberse equivocado.
AemondTargaryen · 31-35
Que ese libro poseía la carga de energía suficiente para que él lo usara. Lo descubrió cuando finalmente pudo seguir el rastro de Jana... Y cruzar.

Lamentó haberlo hecho. Llegó a un lugar diferente, pero nada cuadraba. Era el tiempo del medievo, el pasado... Y a lo lejos frente a él mismo estaba Jana, entrando a una casa junto a un hombre.

Ese hombre era muy familiar... Terriblemente familiar.

Tras espiar por horas supo qué estaba pasando, y se marchó tambaleante, mareado de la confusión. Era él mismo, pero al mismo tiempo no lo era; Jana se divertía con él, y este le servía el té. ¿Pero en donde estaban todos? ¿Sus hijos... Westeros?

Westeros ahora era de Rhaenyra, lo supo tras investigar en los alrededores. Odió su forma de perder, en quién se convertía después de ser un fracaso... Y ella lo quería así.

Volvió a casa destruído, hundido en su miseria. Se encerró en su habitación, y por meses nadie supo qué estaba pasando; ya nadie veía a los reyes.
AemondTargaryen · 31-35
Pero a pesar de ser humano pudo sentir aquel día una gran carga de energía. Algo en sus células lo alertó, tanto que se levantó de su escritorio y pudo ver el final de lo que fue la desaparición de su esposa.

Corrió hacia el lugar, y miró cómo se desintegró un libro, quizás para seguir a su dueña. No, ¡No sin él! Llevó sus manos al mismo, y antes de que se deshiciera tomó el objeto, que volvió a ese plano.

No sabía que en esa interrupción de su parte había hecho que el libro se copiara, y ahora ambos tenían uno cada uno.

Su trabajo ya estaba lo suficientemente encaminado para que sus hijas siguieran con él, y asi él se dedicó a estudiar ese libro. ¿En donde estaba Jana...? ¿Qué mierda? Los primeros días trató de mantener la calma, pero cuando se percató que no volvía cayó en la desesperación.

Más años invertidos en temas de obsesión, pero si bien reinar lo llenaba de energía el adentrarse en ese libro le hundía el corazón. Finalmente, a pesar de ser humano, comprendió q

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