Era preocupante. Se metió en medio de esas blancas torres aburridas hasta ponerse de rodillas a su lado. Esto cada vez se hacía menos tolerable.
—Déjame ayudarte. Terminaremos este aburrido papeleo antes de que nazca el sol... incluso tendremos tiempo para encargarnos de otros asuntos. —Pasó los dedos por su rodilla, encerrando este.
Parpadeó al escuchar ese sonido. Levantó la vista hasta su esposa y le dedicó una sonrisa cansada. A su alrededor había grandes torres de papeles, libros y documentos que tenían años y años de retraso en cuanto a atención.
No, esa noche tampoco iría a dormir. Negó con suavidad y se tomó un segundo para recargarse contra su silla.
Aquella noche, tiempo después, se presentó allí para pasara un rato con Aemond, ella sí lo iba a buscar. Creyó que con la situación yendo cuesta arriba podrían verse. El salón tenía un extenso mapa con peones dispersos alrededor de las tierras y por dondequiera que su rey posara el dedo, pero ya estaba pasado de moda. El rey ocupaba un escritorio moderno.
Tocó unas veces el borde del mismo para llamar su atención, otra vez algo más brusca hasta que tuvo que hacer uso de su voz.
