Cero dramas y caras pálidas por un buen rato, ni siquiera sus brujitas. Sólo ella y un nuevo horizonte vacacional, ¿y cómo decir que no? Jana pasaba sus vacaciones en casa de unos tíos, ni tenían parentezco, pero una bruja era útil para embellecer y adinerar un hogar.
─No servirá un permiso, estoy por mi cuenta. ─Dijo sentándose sobre un bolso para cerrarlo. ─Puedes decir que soy de intercambio, ya verás tú. ─le dijo a Aemond; estar en la habitación del otro ya era normal. De un salto abandonó Jana el borde de su cama, el bolso se veía regordete pese haber racionado bien sus pertenencias.
Estando allí dentro no sentía el peso de ojos curiosos. Se preguntaba qué clase de cosas dirían sobre ella; el príncipe era joven, lo suficiente para tener alguna novia...
Ella no era su novia. Se removió en la dura cama quedando frente al techo. Lo que venía antes de ese término era: amante. No estaba nada mal, con ese pensamiento se volvió a dormir.
Tres fuertes golpes a la puerta anunciaron la llegada. El sonido la turbo entre sueños hasta abrir los ojos, fue conciente de su viaje y del dolor de espalda. Qué alivio le produjo, no tendría que soportar a la mandona Tía y sus estúpidos perros de caza.
