Llegó tarde al primer día de clases por haber hecho que una de sus compañeras llorara diamantes antes de la entrada. Para Janâ fue una venganza justa. La niñita con colmillos había llamado “pajarraco de cementerio” al cuervo Certus, su amigo. Entró al salón y la maestra, que parecía una bruja, le indicó su lugar al lado de la ventana. Cuando acomodó sus útiles encontró en su cartuchera la goma de borrar que el niño tímido le había dado. J + A se leía en la superficie de color violeta. Qué humillante, sentía las mejillas ardiendo.
Una risa navegó por sus labios y se desvaneció en seco, casi abrió los ojos. El contacto era íntimo, mucho más que tomarle la mano o hacerle piojito en el cabello. ¡Lo estaba tocando con su lengua! Por inercia continuó los movimientos, curiosa por la textura gelatinosa y resbaladiza de sus bocas en fusión. Estaba encantada por su calidez.
¿Por qué esperar? Buscó su cabello sedoso con los dedos y unió su mano con la suya: no era propio de una dama saltarse los pasos de cortejo como lo hizo Janâ, quiso enmendarlo.
Janâ comenzó a sentirse extraña. Quería más. Esto a futuro sólo fortalecería su unión, sus ganas de permanecer así y experimentar. Él parecía no tener intenciones de apartarse, alguien debía dar el primer paso.
━A-aemond... pff, ya- por... favor ━dijo entre besos. Interpuso un libro que encontró a tientas entre ellos. ━Fue suficiente. Recuerda... soy una distracción. Hay que salir, primero ve tú, así nadie sospechará.
