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AemondTargaryen · 31-35
Jana en su castillo, uno donde él sería rey. La idea resultó sumamente tentadora, tanto que lo imaginó por unos segundos. Mientras su mirada parecía ausente por ese lapso tuvo que aceptar en su interior que aún había algo de ese niño idiotizado por ella, o mucho.
¿Podría permitirse ese premio? Volvió a la realidad, entonces miró su rostro. Ambas manos sujetaron sus brazos justo debajo de sus hombros, y ahí sus dedos se cerraron fuerte. Sus propios labios se apretaron en una línea, delatando que en su mente había una lucha interna entre hacer lo necesario y tomar lo que quería.
Ella estaba justo en sus manos. La quería, pero al mismo tiempo odiaba que tuviese tanto control sobre él, y estaba perdiendo. Supo que estaba condenado cuando no pudo contenerse más, así que la empujó contra la pared; no fue amable, tampoco quería serlo.
Avanzó los pasos para acorralarla contra su cuerpo, alcanzó el interruptor de la luz y la apagó.
— Cállate. — Murmuró irónicamente tan gentil, justo
¿Podría permitirse ese premio? Volvió a la realidad, entonces miró su rostro. Ambas manos sujetaron sus brazos justo debajo de sus hombros, y ahí sus dedos se cerraron fuerte. Sus propios labios se apretaron en una línea, delatando que en su mente había una lucha interna entre hacer lo necesario y tomar lo que quería.
Ella estaba justo en sus manos. La quería, pero al mismo tiempo odiaba que tuviese tanto control sobre él, y estaba perdiendo. Supo que estaba condenado cuando no pudo contenerse más, así que la empujó contra la pared; no fue amable, tampoco quería serlo.
Avanzó los pasos para acorralarla contra su cuerpo, alcanzó el interruptor de la luz y la apagó.
— Cállate. — Murmuró irónicamente tan gentil, justo
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