—Sí, de ahí venía mi curiosidad... Lo siento ya me voy, pero deberías decirle a tu padre que ponga alguna cerca o algo.

¿Ves esa casa de allá? — Señaló una enorme casona al final del jardín. — Ahí vivo yo, y los territorios de mi padre terminan... — Caminó hasta el final de lo que ella decía era una "plaza". — Aquí. ¿No sería raro que estuviera sin zapatos en la vía pública?

—¿Su jardín? Esta es una vía pública. —Frunció igualmente el ceño. Hasta donde ella sabía, aquello era una plaza.

— Frunció el ceño un poco extrañada por la pregunta. — ¿Por qué debería de contestar a una extraña que vino sin más y se metió a mi jardín?

Levantó una ceja.

—¿De dónde viene?

Pues... Siempre hay que ver donde pisa uno.

—Sí, hasta pisar una piedra filosa o un cacto...

La verdad es que no, la libertad que brinda el estar sin zapatos es única.

—Eh... señorita. Disculpe, pero, ¿no le da frío andar descalza?