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-Fue la primera en levantarse al día siguiente, más bien porque no había dormido. No había forma, cualquier sombra la hacía sobresaltarse pensando que era algún enviado más con un filo listo para degollar las gargantas de sus hijos, de su amado. Sabía que Dan era increíblemente fuerte, pero esos malditos lo habían lastimado demasiado, y no iba a dejarle todo el trabajo. Cualquier aporte, cualquier cosa que ella pudiese lograr, podría marcar una diferencia. Salió del refugio con una renovada determinación en su mirada, el entrecejo arrugado en un gesto severo que sabía no se iría en mucho...
 
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Soren · 100+, M
-Repetidas veces hizo girar en su dedo índice la cruz que portó como navaja en su mano diestra, en una especie de alarma grata de quién era, a los miembros de La Mano Negra, los cuales gobernaban esas áreas, y como era de saberse, los gobernaba Dan.- Hm. -Un gasto de su saliva al pensativo momento, anunció la estela al norte, donde sabía que encontraría el enorme castillo, con un perfil gótico, aunque bastante pronunciado. Era la torre negra, la sede de la mano, el imperio del príncipe de Espinas, Roseth. Historias se contaron durante generaciones, el adalid de aquellas tierras siempre era el líder, y sus compañeros seguían la guía a su victoria, por ello, desde que salieron de ese bosque, en el norte, ante la luna, solo quedaron campos, algunos más arriba que otros, hermosos campos de flores blancas, adornados con las banderas de la hermandad. Y allí, donde el sol no golpeaba, estaba el castillo... El perfecto castillo.-
 
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