18-21, M
Hjarta mitt ræður leiðina til myrkurs. ╯ El enviado de la Serpiente Negra.
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Iriel · 70-79, F
Descansad tranquilo. Nadie osará a molestaros. ~ Lirio Blanco pareció deslizarse ingrávida después de esa extraña despedida cuando salió de la austera cabaña, dejándola despoblada de su bruma y presencia. Se dirigió hacia los vastos campos de prado tierno en colinas cercanas, para que las estrellas fueran su compañía en lo que restaba de la cena y después, el velo del tiempo ocluyó sus acciones. Quizás cierto sería que estuviere ayudando a otros forasteros en sus tierras, o tal vez demasiado ocupada con sus quehaceres en la posada a las orillas del lago, mas siempre teniendo en cuenta la salida del sol para visitar las afueras de la cabaña y saber cual sería la respuesta de Svartur. ¿Sería acaso que, en su tiempo libre, podría yacer a ojos cerrados en los brazos de Irmo, donde los sueños y las visiones danzan de la mano un suave ballet rodeados de infinita oscuridad y olvido?
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Iriël al segundo día... despertó.
Sus áureos ojos poblados de asombro se encendieron dulces cuando recobró sus sentidos al saberse de pie frente a la modesta vivienda donde había dejado al viajero encapuchado. Parpadeó extrañada con un vago recuerdo de los bosques rojos escritos en un viejo pergamino, un cuento perdido de otro mundo que había recibido como regalo de uno de los tantos forasteros que tuvo la dicha de ayudar. Este pensamiento solamente fue visible en sus gestos con la transparencia de agua clara, por el sutil susurro de la doncella compartido con el aire de esos bosques. ~ ¿Será acaso... que este forastero pertenece a ese mundo? ~ El sol hacía despertar cálidamente al nuevo día, iluminando el rocío de los prados y las flores vueltas botón. ~
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Fresnos rojos, una lágrima maldita que mancilla la vida de un valle y una corona de lirios delicadamente teñida con gotas de sangre.
[/code]Iriël al segundo día... despertó.
Sus áureos ojos poblados de asombro se encendieron dulces cuando recobró sus sentidos al saberse de pie frente a la modesta vivienda donde había dejado al viajero encapuchado. Parpadeó extrañada con un vago recuerdo de los bosques rojos escritos en un viejo pergamino, un cuento perdido de otro mundo que había recibido como regalo de uno de los tantos forasteros que tuvo la dicha de ayudar. Este pensamiento solamente fue visible en sus gestos con la transparencia de agua clara, por el sutil susurro de la doncella compartido con el aire de esos bosques. ~ ¿Será acaso... que este forastero pertenece a ese mundo? ~ El sol hacía despertar cálidamente al nuevo día, iluminando el rocío de los prados y las flores vueltas botón. ~