18-21, M
Hjarta mitt ræður leiðina til myrkurs. ╯ El enviado de la Serpiente Negra.
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Iriel · 70-79, F
Los mundos lejanos son más grandes que estos bosques. Sus sufrimientos y bienaventuranzas escapan a estos parajes y no es posible ayudarlos a todos. Las guerras, la paz, la maldad y el altruismo siguen su curso lejos de aquí, pero es parte de la naturaleza, y así como este lar da descanso y conforte, esos otros tienen su tarea. Esa, es liberar a sus hijos de la indiferencia ante la paz y la felicidad, puesto que cuando se nace y vive feliz por siempre, el júbilo deja de existir, pues no se valora. No es algo que yo decida, es el mundo mismo el que encuentra su balanza.
~ Dedicó sus odas a los dos primeros planteamientos del extraño mientras parecía dedicarse en cuerpo, alma y corazón a cortar las primeras verduras sobre una placa rústica y lisa de abedul, tras haber dejado el cántaro de agua sobre el mesón de roca hirviendo que reposaba firme sobre el fuego enclaustrado. Puso todas las verduras en un recipiente de greda y preparó una gran olla, agregando arroz dentro, y una poca de agua fría para contraer sus granos blancos, espolvoreando algunas especias y sal que antes de la llegada del viajero, había sido molida en un mortero. "El dinero"... dio la sensación de que manaba de sus ojos como el reflejo de un pensamiento, uno condescendiente para con Svartur, propio de una reina que lo tiene todo y cuya benevolencia va mucho más allá de ganar algo de riqueza. ~
No debéis pagar, puesto que el dinero nada vale para mí. Pago suficiente para mí será veros con renovadas fuerzas, y si no os parece suficiente, entonces que lo sea una sonrisa franca escapando de vuestra faz.
~ Y por supuesto se dejó ayudar, aunque destilaba de su mirar dorado preocupación por esos pies que claramente necesitaban curación, mas aún así respondió. ~ No tenéis el poder de decidir quien merece más o menos que vos. Ni siquiera yo soy digna de sentenciar tal cosa. Estos bosques, que son mis hermanos, deciden que todos han de recibir igual trato, y yo les tiendo una mano, aunque de ser por mi propia cuenta hubiese sido de igual forma, porque ellos y yo pensamos en la naturaleza como una sola.
~ Los movimientos de Iriël al cocinar eran magistrales. Esas delicadas manos blanquísimas, tanto o más que los magullados pies de Svartur manejaban los alimentos con la destreza que una madre tendría dada la práctica, los años, las experiencias y la necesidad de cuidar de los suyos. Era amor de madre aquel que tomaba el cántaro con dos paños blancos y doblados para no quemarse, echando el agua hirviendo a la olla, y sobre ella dejando navegar y sazonar las verduras con el resto del caldo que cocinaría el arroz, liberando un aroma encantador. El vapor de agua manando antes de ser tapado se mezcló con las luces, con la bruma casi imperceptible que rodeaba a la elfa, dando gran calidez y conforte a la cabaña. ~
~ Dedicó sus odas a los dos primeros planteamientos del extraño mientras parecía dedicarse en cuerpo, alma y corazón a cortar las primeras verduras sobre una placa rústica y lisa de abedul, tras haber dejado el cántaro de agua sobre el mesón de roca hirviendo que reposaba firme sobre el fuego enclaustrado. Puso todas las verduras en un recipiente de greda y preparó una gran olla, agregando arroz dentro, y una poca de agua fría para contraer sus granos blancos, espolvoreando algunas especias y sal que antes de la llegada del viajero, había sido molida en un mortero. "El dinero"... dio la sensación de que manaba de sus ojos como el reflejo de un pensamiento, uno condescendiente para con Svartur, propio de una reina que lo tiene todo y cuya benevolencia va mucho más allá de ganar algo de riqueza. ~
No debéis pagar, puesto que el dinero nada vale para mí. Pago suficiente para mí será veros con renovadas fuerzas, y si no os parece suficiente, entonces que lo sea una sonrisa franca escapando de vuestra faz.
~ Y por supuesto se dejó ayudar, aunque destilaba de su mirar dorado preocupación por esos pies que claramente necesitaban curación, mas aún así respondió. ~ No tenéis el poder de decidir quien merece más o menos que vos. Ni siquiera yo soy digna de sentenciar tal cosa. Estos bosques, que son mis hermanos, deciden que todos han de recibir igual trato, y yo les tiendo una mano, aunque de ser por mi propia cuenta hubiese sido de igual forma, porque ellos y yo pensamos en la naturaleza como una sola.
~ Los movimientos de Iriël al cocinar eran magistrales. Esas delicadas manos blanquísimas, tanto o más que los magullados pies de Svartur manejaban los alimentos con la destreza que una madre tendría dada la práctica, los años, las experiencias y la necesidad de cuidar de los suyos. Era amor de madre aquel que tomaba el cántaro con dos paños blancos y doblados para no quemarse, echando el agua hirviendo a la olla, y sobre ella dejando navegar y sazonar las verduras con el resto del caldo que cocinaría el arroz, liberando un aroma encantador. El vapor de agua manando antes de ser tapado se mezcló con las luces, con la bruma casi imperceptible que rodeaba a la elfa, dando gran calidez y conforte a la cabaña. ~