Notes
The Whiteboard is a place where people can send Gestures, Attributes, Images, Comments, and much more...
This user is not accepting Whiteboard comments.
PssA1518209 · 26-30, M
— Albafica, llegas en un momento muy oportuno. —No había parado de sonreír. Su diestra, apoyada sobre su propia pierna, le sirvió de apoyó para erguirse nuevamente. Su mirada, fija en ella, le permitía percatarse de la humildad que poseía su Diosa y aun así, brillaba en gracia y belleza.
— ¿No piensas que son hermosas? — Entre abrió ligeramente sus ágatas, inclinando su rostro para enfocarse en la dirección que se le había solicitado detallar: y encontró un firmamento completamente estrellado, templado, brillante entre centelleantes luceros que se hacían a lo lejos.
— Siempre he creído que tú, caballero de Piscis, conoces más de belleza que cualquier otra persona así que me interesa en demasía conocer tu opinión. ¿Podrías, por favor, decirme? — Ha vivido durante toda su vida viendo como su orgullo es magullado constantemente por la palabra "hermoso", realmente, desconocía profundamente la concepción del significado de la misma al haberle obsequiado la más mínima importancia, y en consecuencia, se sentía completamente ineficaz para resolver la inquietud que Athena le había dado.
"Belleza..." Devolvió la mirada al cielo, concentrándose en la abrumadora oscuridad que rodea el globo, como si se tratase de una poderosa nebulosa acechante que consume todo a su paso y sin embargo, justo en su inmediatez, surgían brillantes astros que bañaban con sus haces de luz la particular noche. Le fascinó, al despojarse de sus prejuicios, un concepto completamente diferente y ajeno a lo que conocía anteriormente.
—En definitiva, Athena-sama. — Mencionó, reincorporándose en sí mismo.
—No existe nada más hermoso, a mi parecer. — Llenó de aires sus pulmones como si quisiera respirar un poco del infinito, aun sabiendo que la idea era completamente absurda, y sintió, quizá por producto de su descubrimiento, un olor exquisito que llenaba de frescor sus pulmones.
—¿No le impacta a usted contemplar tantos contrastes?— Cuestionó sonriente, con la mirada fija en el cielo. Había descubierto, sin proponerselo, que podía apreciar la belleza en las cosas sin resultar herido.
— ¿No piensas que son hermosas? — Entre abrió ligeramente sus ágatas, inclinando su rostro para enfocarse en la dirección que se le había solicitado detallar: y encontró un firmamento completamente estrellado, templado, brillante entre centelleantes luceros que se hacían a lo lejos.
— Siempre he creído que tú, caballero de Piscis, conoces más de belleza que cualquier otra persona así que me interesa en demasía conocer tu opinión. ¿Podrías, por favor, decirme? — Ha vivido durante toda su vida viendo como su orgullo es magullado constantemente por la palabra "hermoso", realmente, desconocía profundamente la concepción del significado de la misma al haberle obsequiado la más mínima importancia, y en consecuencia, se sentía completamente ineficaz para resolver la inquietud que Athena le había dado.
"Belleza..." Devolvió la mirada al cielo, concentrándose en la abrumadora oscuridad que rodea el globo, como si se tratase de una poderosa nebulosa acechante que consume todo a su paso y sin embargo, justo en su inmediatez, surgían brillantes astros que bañaban con sus haces de luz la particular noche. Le fascinó, al despojarse de sus prejuicios, un concepto completamente diferente y ajeno a lo que conocía anteriormente.
—En definitiva, Athena-sama. — Mencionó, reincorporándose en sí mismo.
—No existe nada más hermoso, a mi parecer. — Llenó de aires sus pulmones como si quisiera respirar un poco del infinito, aun sabiendo que la idea era completamente absurda, y sintió, quizá por producto de su descubrimiento, un olor exquisito que llenaba de frescor sus pulmones.
—¿No le impacta a usted contemplar tantos contrastes?— Cuestionó sonriente, con la mirada fija en el cielo. Había descubierto, sin proponerselo, que podía apreciar la belleza en las cosas sin resultar herido.
SVo1518345 · M
En el interior de la sexta casa de Virgo se encontraba descansado su respectivo caballero. Asmita, quien es un caballero reservado y aislado de los demás se encontraba meditando, algo que realizaba siempre puesto que no tendía a salir del templo medial del Santuario. El ario se encontró en posición de loto, con una posición característica al entrelazar sus dedos y rezar sus mantras en su respectiva lengua nativa. Aquel ciego santo de Virgo no podía comprender la posición de la diosa a la cual había decidido servir, se mostraba escéptico a la idea de que un dios realmente pudiese vivir y sentir la experiencia emocional que llegaban a sentir los humanos en su cotidianidad. ¿Cómo podía reencarnar en la figura de un infante? buscaba en sus pláticas con Buda la respuesta de aquello que le aqueja.
Por su actitud y conducta, podía, tal vez, reflejarse esa misma soledad en las paredes del templo, entre las columnas y la periferia, incluso a los sales gemelos. Asmita se encontraba rodeado de una pequeña aura dorada que lo enmarca, incluso sobre la armadura de oro, su cabello rubio llegaba a cubrir parte de su rostro, en específico sus ojos cerrados bajo los párpados de forma eterna y el punto rojizo que simboliza su culto y filosofía. Su ceguera le permitía tener una mayor sensibilidad, y podía percibir el mundo diferente a los demás; podía notar la nostalgia de un mundo en constante mutación, un mundo que sufre pero que también siente la felicidad. En ello logró desconcentrarse, solo a una persona se le permitía recorrer libremente las doce casas del zodiaco, nuevamente esa pequeña niña reencarnada venía en su búsqueda, él no podía verse como el guía espiritual de una diosa, aún ingenua en su forma humana. - Sé que estás ahí. En las sombras. ¿Por qué desobedeces al Patriarca y acudes nuevamente a mí, Sasha... No, ¡Athena! - El semblante no variaba en lo más mínimo, tampoco logró moverse, solamente mantiene el ejercicio de respiración y dejaba que su cosmos fluyera en total armonía con su cuerpo, conectando esa dualidad de lo tangible e intangible.
Por su actitud y conducta, podía, tal vez, reflejarse esa misma soledad en las paredes del templo, entre las columnas y la periferia, incluso a los sales gemelos. Asmita se encontraba rodeado de una pequeña aura dorada que lo enmarca, incluso sobre la armadura de oro, su cabello rubio llegaba a cubrir parte de su rostro, en específico sus ojos cerrados bajo los párpados de forma eterna y el punto rojizo que simboliza su culto y filosofía. Su ceguera le permitía tener una mayor sensibilidad, y podía percibir el mundo diferente a los demás; podía notar la nostalgia de un mundo en constante mutación, un mundo que sufre pero que también siente la felicidad. En ello logró desconcentrarse, solo a una persona se le permitía recorrer libremente las doce casas del zodiaco, nuevamente esa pequeña niña reencarnada venía en su búsqueda, él no podía verse como el guía espiritual de una diosa, aún ingenua en su forma humana. - Sé que estás ahí. En las sombras. ¿Por qué desobedeces al Patriarca y acudes nuevamente a mí, Sasha... No, ¡Athena! - El semblante no variaba en lo más mínimo, tampoco logró moverse, solamente mantiene el ejercicio de respiración y dejaba que su cosmos fluyera en total armonía con su cuerpo, conectando esa dualidad de lo tangible e intangible.
PssA1518209 · 26-30, M
Cruzó las marfiladas gradas escarchadas con un manto cobrizo, que se hace desde la casa de Pisces hasta la casa Papal, producto del campo de Rosas que interactua en aquél espacio. Llevaba puesta la sacra armadura del Pez Dorado, cuando atisbó con sus azulados orbes la presencia de una Diosa, vuelta dama, al fondo del pasillo. Su corazón ardió de emoción, sus orbes se cristalizaron y su inmaculada mirada logró apaciguarse y conmoverse al verla, obsequiándole una profunda y honesta sonrisa.
-Athena-sama... Me alegra verle, por favor, cuente conmigo, el Caballero de Pisces, Albafica, para servirle en lo que requiera. -
Mencionó hincándose un poco, sin permitirse levantarle la mirada.
-Athena-sama... Me alegra verle, por favor, cuente conmigo, el Caballero de Pisces, Albafica, para servirle en lo que requiera. -
Mencionó hincándose un poco, sin permitirse levantarle la mirada.