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YuiK1533361 · 26-30, F
... — No fue capaz de articular palabra alguna mientras él refería sus dos primeras cuestiones. Fue consciente de su gesto, de como se apartaba, como si quisiera replegarse y huir, justo como aquella noche en la que los primeros misterios del mundo taumatúrgico fueron develados ante él, y la pregunta clave "¿Qué más quieres de mí?" fue respondida con el silencio y la retirada de su morada. Le siguió con la mirada, vio como él la desviaba, estaba consciente de su trastabillar emocional cuando ella tocó esas fibras delicadas de su vida, y cuando le reprochó que él jamás le ha preguntado tales cosas, alzó ambas palmas al frente, negando con la cabeza mientras se ponía de pie y retrocedía un solo paso.

Deten-.. — Irremediablemente fue interrumpida por la siguiente aseveración de Seikichi. Yui exhaló mirando hacia un costado, sintiéndose tremendamente culpable porque finalmente, pese a todo lo que había contenido su manera de proceder, su curiosidad afilada había terminado por lastimarlo. Pensó entonces que era suficiente de todo aquello, que quizá tanta honestidad no era necesaria entre los dos, al menos no una que se pudiera forzar, como ella pensaba había procedido, de forma inconsciente.

Avanzó hacia el artista después de que él mencionó lo del diario, y alzó sus manos para ponerlas sobre la libreta forrada. Aunque ya no sollozaba, la engalanaban los ojos rojos y acuosos por el previo llanto y el rostro demacrado debido a tanta emoción fuerte en pocas horas. Una ermitaña, un ente habituado a la paz de la soledad nunca tenía tantos sobresaltos e imprevistos anímicos en tan poco tiempo.

Y mientras él relataba su vida en un suspiro, ella buscó tomar el diario entre sus manos, sin hacer amague alguno de querer arrebatarlo, solamente buscando que él se lo cediera, esperando su consentimiento. Cuando él culminó, y tras asimilar todo el dolor que él pudo haber tenido en su vida, tras largos segundos suscitó: — Tienes razón en todo lo que dices. No sé en qué estaba pensando cuando te presioné así kedo... ya no preguntaré más, espero no me preguntes tampoco y si quieres, puedes darme mi diario. No tienes por qué cargar con todo lo que soy cuando claramente hay cosas con las que tampoco has lidiado, y son suficientemente hirientes como para que no quieras compartirlas con quienes aprecias. Demo para que lo sepas, para mí nunca serás una carga, ni tu vida... ni tus sentimientos.

Tras hacer énfasis en la palabra "cargar" con un color amargo de ironía, pues los lenguajes y las costumbres de ambos se habían encontrado, al parecer, en un punto irreconciliable. Continuó con voz franca volviéndose para mirarlo de medio lado aunque sin evitarle los ojos, centrándose su gélido índigo en esas filigranas castañas de porte severo. — Es suficiente. Dejemos el tema hasta aquí y perdóname, Seikichi.

Y es que, no tenía sentido seguir golpeando con tanta furia el gran umbral del Rashomon. Así lo dejó, sellado, contemplándolo con admiración, pero no menos frustración.
 
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