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誠希千. The tiger that marks his victims. Irezumi Tattoo.
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YuiK1533361 · 26-30, F
Cuando culminó su escritura, extendió el diario abierto al Hirudora y con la mano izquierda, deslizó la llave correspondiente a su candado por la superficie de la mesa hasta él, dejándole leer. Debió armarse de coraje para alzar el semblante y mirarlo a los ojos, con el mentón fruncido al borde de un sollozo, pero aún digna y sin quebrarse. Esa muestra de confianza trascendía a aquella en la que se comparte el lecho o un beso. Esa era la prueba máxima ante él de haber desnudado su alma, sobre quien es hoy, quien será y principalmente quien fue en su pasado con toda la tortura que eso significaba hasta su propio presente. Entonces recibió su comentario sobre la venda en sus ojos con solemnidad tras un íntimo silencio.

Y aunque salía de los labios del tatuador sobre el total conocimiento de ella misma para con él, sí había cosas que ella quería saber. Luchaba en contra de sus propios demonios buscando no vociferar, de no dejar emerger esa hiriente lógica bestial que solía destruir todo lo que tocaba, de darle forma a sus sentimientos para no herirle. He allí su largo silencio. Y antes de que ella pudiera moverse, sintió que esa mano izquierda, tan suave y a la vez tan tenaz, le fue entregada simbólicamente en regalo. Cerró los ojos tras ver donde él le señalaba y, simulando estar esa otra noche, cuando él dilucidó huellas pasadas en las cicatrices de su espalda que ahora formaban parte de una hermosa pieza artística, ella con ambas manos atesoró el desliz de sus propios dedos sobre esa piel, suavemente haciendo un recorrido con las yemas de sus dedos sobre cada detalle de ese surco en el dorso de su muñeca. Una frase emergió más sensata, desde un pensamiento nato colmado de emoción.

Es justamente esto lo que ya sé de ti. Sé cuanto dolor puedes soportar kedo, lo que no sé es como tu tío, tu familia, llegaron a hacerte creer que el dolor es el camino para ser feliz. No sé quienes son ellos ni como fueron capaces de criarte de esa forma. No los juzgo... solamente quiero entender. — Se aproximó hasta él, pero no para besarle en los labios. El desplazamiento sorpresivo culminó con un beso en el dorso de esa mano, delicado y breve, un fugaz tacto sobre ese secreto del maestro que probaba que por nociva que fuera, Katai Yui estaba lejos de desear querer seguir causándole dolor.
 
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