誠希千. The tiger that marks his victims. Irezumi Tattoo.
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YuiK1533361 · 26-30, F
—Ese fue mi castigo. — Masculló por lo bajo ante las dos primeras aseveraciones de Seikichi. Por un lado la culpa que la tuvo con los labios sellados hasta ese entonces, pese a que miles de ideas articuladas surcaron por su mente, y por otro, la falta de ira del tatuador en contra de ella, que la colmaba más de desazón. No había juez que la sentenciara más que ella misma, y lo hacía con el filo ponzoñoso de su propia conciencia, condenándola al castigo del previo silencio.
Contempló la forma en la que el Hirudora extrajo ese cigarrillo y se sentó a su lado. Pudo sentir un pulsar cálido de cariño y confianza en su pecho tras todo ese daño que él recibió. "No lo merezco." caviló con una sonrisa suave enmarcada en sus labios finos, colmada de resignación y a la vez, afecto; y aunque no le miraba y tenía sus sentidos contra el suelo mientras le oía, ese momento para ella fue un haz de luz en medio de la oscuridad de sus propios demonios.
— Hay más sombras que luces en mí, Seikichi kedo, conozco la forma perfecta de contarte a grandes rasgos quien soy en realidad. — Alzó una de sus manos tocando el antebrazo ajeno de manera fugaz antes de incorporar su enjuta efigie. Fue a su habitación, su silueta desapareciendo a través del umbral, sintiéndose el sonido seco de un cajón abriéndose con suavidad, cerrándose ídem. Tras unos veinte segundos segundos volvió con algo similar a un libro bajo el brazo, de tapa dura revestida en terciopelo azul marino enmarcada en metal oscuro con un pequeño candado: Lo situó sobre la mesa de centro y abrió con una llave que llevaba en la diestra extremidad, al tiempo en el que se ponía de rodillas sobre el pulcro tatami en recta postura, para comenzar su escritura. Le invitó:
— Ven a ver esto. No será fácil, pero si quieres saber, deberemos enfrentarlo juntos.
No solamente no era un libro, sino que sus páginas blancas y a líneas estaban pobladas de anotaciones, de sentimientos en letra imprenta hecha a mano con especial pulcritud. Justo en un costado del borde interior de terciopelo había un bolsillo creado con un elástico que guardaba el lápiz de tinta negra con la cual solía hacer sus anotaciones. Pasó inmediatamente a la última página después de todos los demás relatos, e inició su escritura delante del tatuador.
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La entrada anterior en la página izquierda sería plenamente visible para Seikichi si es que él accedía a su invitación. Los ojos de Yui yacían aún vidriosos y su espalda lucía sutilmente trémula por la emoción mientras destilaba su ponzoña y sus demonios en su diario, pues jamás antes había compartido un momento tan íntimo de sí misma con alguien más. Filtró aire entre sus labios en un suspiro mientras recargaba la punta entintada sobre la hoja, con orden, pero también con ira. Su voz sonó suave en la exhalación, mas cargada de ese miedo incrustado en su ser. — Si quieres puedes contarme de ti, lo que tú quieras... pero quiero que comiences con algo difícil, tan difícil como será para mí entregarte mi diario de vida.
Contempló la forma en la que el Hirudora extrajo ese cigarrillo y se sentó a su lado. Pudo sentir un pulsar cálido de cariño y confianza en su pecho tras todo ese daño que él recibió. "No lo merezco." caviló con una sonrisa suave enmarcada en sus labios finos, colmada de resignación y a la vez, afecto; y aunque no le miraba y tenía sus sentidos contra el suelo mientras le oía, ese momento para ella fue un haz de luz en medio de la oscuridad de sus propios demonios.
— Hay más sombras que luces en mí, Seikichi kedo, conozco la forma perfecta de contarte a grandes rasgos quien soy en realidad. — Alzó una de sus manos tocando el antebrazo ajeno de manera fugaz antes de incorporar su enjuta efigie. Fue a su habitación, su silueta desapareciendo a través del umbral, sintiéndose el sonido seco de un cajón abriéndose con suavidad, cerrándose ídem. Tras unos veinte segundos segundos volvió con algo similar a un libro bajo el brazo, de tapa dura revestida en terciopelo azul marino enmarcada en metal oscuro con un pequeño candado: Lo situó sobre la mesa de centro y abrió con una llave que llevaba en la diestra extremidad, al tiempo en el que se ponía de rodillas sobre el pulcro tatami en recta postura, para comenzar su escritura. Le invitó:
— Ven a ver esto. No será fácil, pero si quieres saber, deberemos enfrentarlo juntos.
No solamente no era un libro, sino que sus páginas blancas y a líneas estaban pobladas de anotaciones, de sentimientos en letra imprenta hecha a mano con especial pulcritud. Justo en un costado del borde interior de terciopelo había un bolsillo creado con un elástico que guardaba el lápiz de tinta negra con la cual solía hacer sus anotaciones. Pasó inmediatamente a la última página después de todos los demás relatos, e inició su escritura delante del tatuador.
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Notas en la agenda número 64: "H a t e : : 果て"
[/code]La entrada anterior en la página izquierda sería plenamente visible para Seikichi si es que él accedía a su invitación. Los ojos de Yui yacían aún vidriosos y su espalda lucía sutilmente trémula por la emoción mientras destilaba su ponzoña y sus demonios en su diario, pues jamás antes había compartido un momento tan íntimo de sí misma con alguien más. Filtró aire entre sus labios en un suspiro mientras recargaba la punta entintada sobre la hoja, con orden, pero también con ira. Su voz sonó suave en la exhalación, mas cargada de ese miedo incrustado en su ser. — Si quieres puedes contarme de ti, lo que tú quieras... pero quiero que comiences con algo difícil, tan difícil como será para mí entregarte mi diario de vida.