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No sé quién soy, pero me gusta.
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SW-User
“Pero si el destino quiere ser amable conmigo - por primera vez en toda mi existencia - me dejará encontrarla otra vez.”


Había pasado tiempo desde la defunción de la mujer que Caím había amado y, aunque odiaba admitirlo, el mundo no se había detenido para nadie. La humanidad seguía avanzando y los fantasmas continuaban acumulándose en los bosques, ríos e, incluso, en las grandes urbes; el pelirrojo solía pensar que su existencia no tenía motivo, y por ello le resultaba casi cómico que su presente se desarrollara en una academia nuevamente, donde tenía que fingir ser un adolescente del montón con el fin de encontrar nuevamente a su amada. ¿Por qué tenía la esperanza de verla en el mismo sitio en el que había vivido con anterioridad? Bueno, ella era alguien fuera de lo común y su espíritu parecía estar atado a la ciudad que había habitado desde su primera vida; ya fuera por ir de paso, nacer ahí o alguna otra casualidad, Caím siempre tenía los ojos bien abiertos en pos de cumplir la promesa que hizo el día de su funeral y recuperar el tiempo perdido.


Mientras recorría las calles, con rumbo a su improvisado hogar, se dio cuenta de que su némesis le pisaba los talones. Aquello no era extraño de ver todos los días porque el otro demonio había jurado que no permitiría que Caím saliera victorioso, empero, la persecución se acababa una vez que el fantasma dragón desaparecía tras la puerta de su apartamento para no volver a salir hasta el día siguiente. Ninguno de ambos soltó palabra alguna, Caím estaba harto de intentar ahuyentarlo sin éxito y Daemon comenzaba a cansarse de sentir que era algún tipo de escolta para el pelirrojo; como se dijo, ambos llegaron al punto de quiebre y tomaron sus respectivos caminos… Sin embargo, ese día iba a ser todo distinto.


Fue realmente una casualidad el que Caím asomara sus narices para fumar junto a la ventana, ya que usualmente no le molestaba que su hogar se impregnara con olor a tabaco, y fue aún más casualidad el que el timbre de voz femenino que tanto recordaba se adueñara de sus oídos y lo hechizara en cuestión de segundos. <<¡Al fin!>> pensó para sus adentros, deshaciéndose del cigarrillo antes de saltar por el balcón hasta el suelo; si tuviera corazón este se habría agitado hasta el punto de provocarle un ataque cardíaco, pues estaba tan emocionado que no podía detener sus pies de emprender carrera. Recorrió los callejones cercanos, la avenida principal y se asomó por la ventana de cada auto, pero no fue hasta que miró tras el vidrio de una tienda que pudo identificarla: preciosa, alta, delgada y de cabello naranja. La reencarnación de su primer amor estaba ahí parada pidiendo unos dulces en el mostrador.


Caím se detuvo en seco antes de que su instinto lo llevase a entrar, ¿cómo le explicaba que había pasado una vida buscándola? No había modo racional… ¡Pero si Daemon se enteraba perdería su oportunidad una vez más! <<Carpe diem>> entró al recinto haciendo sonar la campanilla de la puerta y tomó lo primero que vio para colocarse a un lado de ella. Al menos tenía que arcarla para asegurarse de que no lo haría su némesis primero.

—Disculpa, quiero tomar eso frente a ti. —Adelantó su mano rumbo a la caja, pretendiendo querer tomar un folleto pero con la clara idea de tocar la muñeca de la chica.

¿Podría hacerlo? La expectativa lo mataba.
Y el aire olía a fresas, justo como ella antes de morir.
 
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