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Ella no tenía ni idea de lo mucho que le hacía vibrar el piso con sus bellísimos gestos, él gozaba de esa timidez y de esos acercamientos que a su vez le hacía sentirse vivo.
Y con esa fuerte conexión que poseían su mano alcanzó la ajena en un tierno apretón, no, ésta vez su mano no fue a parar en esa generosa retaguardia.

— No, soy yo quien está agradecido. Tú le has dado sentido a mi existencia—
S1555889 · 31-35, F
Por un momento cesó los mimos que le daba a la felina y, esperando que el rubor no se haya hecho muy evidente, intentó ocultar el rostro al virarlo levemente hacia el otro costado. Se sonrió con timidez.

Gr-gracias por sus palabras, excelencia. Con todo lo que estamos viviendo es fácil olvidarse de uno mismo —en su siguiente inspiración también intentó agarrar algo de valor para voltear a verlo. A ciegas, una de sus manos buscó fundirse con una de las del monje—. Gracias por hacerme sentir viva.
— Eh, no... Solo. ¿Eres consciente de tu belleza?—

Soltó de inmediato, sin importarle que resultados traería esa pregunta.
S1555889 · 31-35, F
Sintió la intensa mirada del monje e intentó disimular que se había dado cuenta, repasando con más insistencia el lomo de su gata de dos colas.

¿Sucede algo, excelencia?
"Simplemente hermosa", pensaría en su lugar, esta vez no disimuló que la observaba.

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