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Elevó ambas manos como sí estuviese frente a una fuerza policíaca al ser acusado de esa forma — ¡NO!, No tengo intenciones de irme— Aseguró con sinceridad en cada una de sus palabras para ahora actuar con la rapidez que le era posible y atrapar el cuerpo de la exterminadora, no quería que se hiciese daño y era el entero responsable de cada cosa que le pudiese suceder.
Cada palabra de Sango le llevó a dos sentimientos: primero a uno de Felicidad al saber que le amaba, para luego sentirse asustado bajo esa amenaza; morir absorbido por el agujero negro iba a doler menos que esa barbarie idea que ella expresó.
Suspiró con pesadez y le acaricio la cabeza con sumo cuidado — Y yo... También Te Amo Sango— Depósito un beso sobre esas hebras castañas.
S1555889 · 31-35, F
¿P-Por qué le urge que duerma, excelencia? ¿¡ACASO QUI-QUIERE LARGARSE CON OTRA?! —sólo la idea que se formó en su cabeza del monje yendo detrás de otra mujer la impulsó a reincorporarse. Hacía como que miraba en todas direcciones, en busca de su boomerang, pero el mareo sólo la hizo volver a caer al suelo, terminando por reacomodarse sobre el muslo masculino, el cual abrazó con fuerza y terminó sonriendo, como si todo lo que acababa de decir, sentir o hacer, jamás hubiera ocurrido—. Lo amo, excelencia... P-Pero si... me rompe el corazón... Lo c-cortaré en m...m-muchas partes y se las daré a los monstruos para que coman.
— ¡E-ESPERA!— Por su parte el efecto etilico también le habia hecho efecto pero no estaba inconsciente, estaba aún con la coherencia en su mente así fuese a medias ya que su prioridad era cuidar de la exterminadora.
— ¡NO LO HAGAS!— Gritó cuando ella intentó abrirse la yukata, ¡NO PODÍA PERMITIRLO! pese a que quería ver OBVIO, pero eso no estaría bien para ella y en la mañana no quería verla llena de arrepentimientos, bien podía aguantar las bofetadas y miradas de odio pero que Sango se sintiera mal, le pesaba en el alma.
Ahora trato de detenerla — No es así Sango, creo que es hora de que tomes un descanso... estás muy ebria— Lo dijo de forma dulce y tranquila para efectuar confianza en la menor.
S1555889 · 31-35, F
¡¿Se...está desnudando, PERVERTIDO?! –nada tenía sentido para la exterminadora en ese momento, hasta divertido le parecía ver al monje duplicarse ante sus ojos–. ¡Yo también puedo! –no sonaba tan fresca como ella pensaba, además se tambaleaba en un intento por ponerse de pie con la intención de abrirse la túnica a la altura de su pecho. En el fondo se cuestionaba a sí misma qué estaba haciendo, pero su cuerpo respondía de otra forma. Todo era más divertido así... o eso pensó hasta que se torció el tobillo y cayó al suelo, soltando un alarido que terminó transformándose en otra carcajada. –
S1555889 · 31-35, F
Incluso en ese estado donde ya no gozaba plenamente de sus cinco sentidos, era capaz de percibir la intensa mirada del monje recorriendo cada centímetro de su curvilínea fisonomía. Por mero reflejo uno de sus brazos atrapó un cojín del suelo con la intención de arrojarlo sobre la cabeza de su excelencia, balbuceando "Hi..rai...kot..su", pero sin mucho éxito dado que el mismo cojín terminó cayendo sobre ella, abrazándolo contra su pecho para después soltar una carcajada.

Abriendo los ojos se encontró con la prenda color púrpura abrigando su cuerpo para después descubrir al monje en una sola pieza negra, como no lo había visto antes. Se incorporó lo más que pudo, intentando abrir mucho los ojos.
Primeramente la admiró: ese lacio cabello castaño, era como una bellísima cascada que servía como un marco para acentuar ese bonito rostro de Sango, podía ver esa respingada nariz que se movía tiernamente por el paso del aire y como esos ojos cerrados, coronados por unas largas pestañas le otorgaban un gesto tan apacible, le acaricio la cabeza con suavidad, como si fuera devoto a esa imagen para que sus ojos siguieran el recorrido, ese cuello largo y besable, esas peligrosas curvas sus redondos atributos, su cintura delgada y su retaguardia.... Cómo le gustaba acariciar ahí pero siempre recibía una bofetada, ahora observó sus largas piernas, firmes como un par de bellos troncos tallados y de cedro blanco, un pensamiento fugaz en su mente le hizo sonrojarse con violencia: "como le gustaría estar en medio". Dió un trago largo al sake y deslizó su mano para atrapar la parte superior de su ropa la de tonalidad púrpura y cubrir a la menor.
S1555889 · 31-35, F
Eran contadas las noches en las que la exterminadora se prestaba para ese tipo de "juegos" con el monje, pero esta vez en particular los tragos se le subieron de más.

Se dejó caer con la cabeza apoyada sobre la pierna del monje. Estar contra la piel de su contrario era la sensación más cálida, tan cómoda estaba la castaña que quiso aprovechar su estado para abusar un tanto más de su confianza y abrazarse al muslo del azabache, balbuceando cosas... indescifrables. Seguramente reprochándole algún comentario indecoroso hacia otra mujer.
Accedió a jugar con él: quién más bebiera y se mantuviera de pie ganaba.
Marchó todo a la perfección cuando fue ella quien sucumbio al sueño, gustoso iba a cuidarle solo esperaba que no se le fuera mucho las manos al hacerlo.

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