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Estaba débil, debía admitirlo.
Pero ver las reacciones tan sinceras de Sango le hacía vibrar el corazón, lo sabía... Lo aceptaba: estaba enamorado y ella no tenía ni idea de todo lo que causaba sus actos, sus lágrimas y sus desbordantes sentimientos. —Sango... No quiero que estés triste, lamento sí te preocupe pero siempre voy a querer protegerte— Débilmente abrazó el cuerpo de la castaña — Incluso con mi propia vida de ser necesario— Tomó aire, trataba de mantenerse consciente pese al veneno, cansancio y heridas.
Así elevó su mano para limpiar esas tiernas lágrimas de ese bello rostro que tanto le gustaba, le dedicó una sonrisa con la última chispa de fuerza que aún tenía en aras de tranquilizarla.
S1555889 · 31-35, F
¡No podría vivir si algo le pasara! ¡No vuelva a pedir que lo abandone, por favor!
S1555889 · 31-35, F
[i]— La exterminadora no respondió de momento, tampoco esperaba ver el rostro de aquella sacerdotisa que les acababa de salvar la vida. Al acercarse al monje y viéndolo aún tirado en el suelo, sus labios le temblaron.

Kirara saltó desde su hombro, a la par que soltó su Hiraikotsu y lo dejó caer por igual. No podía emitir palabra alguna, un nudo en su garganta la enmudeció y sus ojos se empañaron. Se dejó caer sobre sus rodillas ante el monje. Condujo ambas manos a su rostro y empezó a llorar sin vergüenza alguna, como su cuerpo se inclinaba hacia el del monje. —

¡Temí perderlo, excelencia! — Chilló, sintiendo un verdadero terror al pensar que podría ahogarse con sus propias lágrimas. — ¿Por qué tiene que ser así? — Prácticamente se le tiró encima, abrazándolo con todas sus fuerzas, aunque ello advertía que podría fracturarle un par de costillas o dejarlo sin respiración. —
— Sango... ¿Ya te sientes mejor?—

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