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永遠の姉妹
 
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El Monje Miroku se ha convertido en un padre responsable y cariñoso, no es de sorprenderse —él siempre había querido eso, después de todo: tener hijos, continuar su historia a través de una fuerte descendencia. Saber que había sido capaz de cumplir ese sueño junto a su querida Sango llenaba a Kagome de gran dicha—. Al igual que tú eres una madre estupenda —le regaló una pequeña pero genuina sonrisa y entonces su curiosidad habló—: Oye, Sango... Dime, ¿q-qué se siente ser madre? —inquirió con las mejillas arreboladas, jugueteando torpemente con su cabello y el agua a su alrededor. Sentía que era una pregunta de una respuesta obvia, pero algo más que sólo la curiosidad por la experiencia ajena la movió a indagar al respecto.
Sólo pensarlo era doloroso. Incluso sin quererlo, la culpa estaba allí, en algún lugar no muy recóndito, aguijoneando su corazón.

***

Juntó un poco de agua entre sus manos con la esperanza de barrer con ella todo rastro de aquellas lágrimas que no cesaban de caer por sus ya húmedas mejillas. No era momento para llorar dolores pasados, sino para celebrar lo que Sango estaba allí remarcándole: todos merecían ser felices.

Me habría gustado estar aquí para ver el inicio de todo —el inicio de aquella familia que sus dos mejores amigos habían conformado; pues del inicio de su amor, al menos de eso, sí había sido testigo. [...]
Así es... ya lo sabía. Sabía muy bien que InuYasha se había mantenido fiel y terco, aferrado a la esperanza incierta de su retorno. Y ella... ella también. Ni siquiera era capaz de poner en palabras cuántas horas al día pasaba con los brazos tendidos sobre el borde áspero del pozo, manchando de lágrimas la fría madera, ahogándose en un llanto inconsolable; algunas veces contemplando su oscuro interior en silencio, otras tantas dentro de él, aguardando un milagro que nunca llegaba.

Sabía que aquel había sido un sentimiento compartido. Lo sabía por mera suposición, por lo que tener de pronto la certeza en el relato de su vieja amiga, había conseguido remover de su interior las mismas lágrimas que tantas veces lo habían llorado.

Podía fácilmente reproducir aquella escena en su cabeza: un InuYasha emocionalmente destrozado por tres largos años, consolidando su unión con quien era como su hermano. [...]
Sabía que el alcance del amor que InuYasha le profesaba -hasta en sus silencios- era incalculable. Él se lo hacía saber cada día desde que el destino los había vuelto a reunir. Incluso si discutían, si su humor se tambaleaba o si hallaban un desacuerdo irremediable, él jamás le había hecho dudar de su cariño... Sango tenía razón, podía estar de acuerdo con ella. Su reflexión aclaró el panorama que Kagome había planteado como nebuloso, haciéndola sentirse algo tonta por haberlo puesto en tela de juicio siquiera por un instante; quizá sólo fueran los nervios o una racha de temor irracional, no estaba segura.

Creyó en ese instante que por fin podría librarse de ese pesar, sin embargo, hubo algo más dentro de su confesión que provocó que la sacerdotisa contuviera ferozmente el aliento: 《InuYasha nunca dejó de esperarte》 [...]
Sango siempre había tenido un don especial. Lo había notado desde el instante en que ambas compartieron un momento similar a ese por primera vez años atrás, cuando la tragedia que azotó a su familia y a toda la aldea de exterminadores aún pendía fresca en su memoria, cuando la guerra contra el temible Naraku no hacía más que comenzar. Ella siempre había sido una mujer fuerte, juiciosa y profundamente reflexiva. Y allí, sumergida a su lado en aquellas termas, Kagome podía aseverar que nada había cambiado, muy por el contrario, aquellas cualidades se habían reforzado a fuerza de los años y la experiencia acumulada; ella era la misma mujer cálida y comprensiva que recordaba.

Oyó en silencio sus palabras, haciéndose con cada una de ellas. Poco a poco cada confesión se instaló en su cabeza, haciendo que el peso en su corazón se sintiera liviano y grávido a la vez. [...]
S1555889 · 31-35, F
Puede ser tonto, terco, grosero, infantil... Pero es un hombre leal y siempre ha sabido lo que quiere. Y eso eres tú. Así que estoy segura de que portará ese montsuki con orgullo —añadió con una sonrisa de lo más amplia—. Miroku se ha convertido en un buen esposo, también lo es como padre —se sonrojó un poco—. Me ha hecho muy feliz. Ser madre es más agotador que exterminar demonios, pero me ha llenado el corazón después de todo lo que vivimos hace tres años atrás. Kohaku está bien, cada día más grande, más fuerte. Y ahora tú estás de regreso.



Todos merecemos ser felices.
S1555889 · 31-35, F
InuYasha nunca dejó de esperarte —al hablar sus ojos cafés se perdieron en las ondas que se generaban en el agua con sus movimientos, haciendo bailotear al mismo ritmo sus hebras largas y castañas—. Miroku solía pasar algunas tardes acompañándolo afuera del pozo. Volvía desgarrado, siempre ha sido un hombre fuerte, pero ver a InuYasha destrozado le removía algo —hizo una larga pausa luego de decir lo último, tomándose unos segundos para suspirar—. Se hicieron aún más cercanos en estos años, creo que todos nosotros siempre hemos sido una gran familia.

*
S1555889 · 31-35, F
No lo veo así, Kagome —desde el regreso de su interlocutora, dejó detrás todas las formalidades al hablar y comenzó a tutearla. Más que compañeras, con el tiempo y el cariño forjaron algo más fuerte que una amistad, lazos invisibles que las unían a ambas, casi como si fueran hermanas. Por supuesto que Sango también añoró el regreso de su amiga—. A ese "hombre" no se le puede forzar a hacer nada que él no quiera. Y a pesar de actuar tan infantil, es inteligente.

Mientras hablaba, con calma aparente, la castaña juntaba sus manos cada tanto para formar un cuenco y llenarlo de agua sólo para ver cómo se colaba entre sus dedos hasta volver a vaciarse.

Quizá no comprenda del todo las formalidades de nuestras tradiciones, pero él entiende lo que es la unión, comprende que el matrimonio es una promesa sagrada que dura para toda la vida —su voz era dulce, cálida, casi maternal mientras hablaba.
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Apenas hubo dejado sus prendas meticulosamente dobladas sobre una roca que estuviera a su alcance desde el interior de la terma, la exterminadora siguió a su amiga dentro del agua, hasta que ésta cubrió hasta su abdomen y luego de tomar un asiento, hasta la clavícula. Cuánto tiempo habría pasado desde su último momento de calma: ¿años, tal vez?

¡Pero qué obstinado! —espetó con solidaria indignación, no le tomó por sorpresa una confesión de aquellas después de tantos años conviviendo con el susodicho. Ya se había familiarizado con su difícil carácter, aún así le hizo gracia, casi como si fuese un niño del que le hablaban. Rió brevemente, mas no extendió ese momento de diversión para no ofender a la sacerdotisa, ni para perder el foco del asunto.
[...] —sus pensamientos parecieron quedar suspendidos, dando lugar a una duda que llevaba algunas noches reposando en su mente—: A veces me pregunto si en verdad es consciente de lo que esto significa. Y no lo digo por la ceremonia, tampoco por el traje, ni por los invitados, sino por su significado como tal... —a veces no podía evitar cuestionarse si eso era lo que realmente él deseaba: compartir una vida con ella—. Sango, ¿cómo fue para ti? —su unión con el monje Miroku... Ella había estado ausente para ese gran sucedo. Se preguntaba cómo había iniciado finalmente su vida familiar.


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