Trató de no reír por lo bajo, más por temor a que lo acuchillara, sin éxito pues Rayla era de cierto modo adorable. Nada podía atemorizarla, ni bestias ni guerreros, ni arcos ni espadas, mucho menos monstruos o bestias, pero el agua... la sostuvo, tratando de darle firmeza sobre la tambaleante cubierta. —Terminé con las tareas, ¿Qué te parece si pasamos abajo el resto del viaje? Y solo imagina que estás en un graaaaan y divertido colchón de agua.— La guio, haciéndola caminar un par de pasos antes de que las cosas ahí arriba se pusieran feas.