Una vez más, Romine se hallaba en busca del siguiente tomo acorde a los que dictaba el pergamino de la profecía. El “tomo de la rapidez de acción”; un título extraño sin dudas, pero según los pergaminos, el contenido de dicho tomo beneficiara la coordinación y equilibrio, además de contener palabras cargadas con magia. (…)
Paso tras paso, un avance indefinido hasta llegar a las proximidades de una cueva estando teñido de blanco por aquella nieve que cubría a aquel ser de aparente oscuridad o al menos, lo oscuro de aquellas prendas que portaba.
Plumas salían volando por las corrientes de aire que entraban a la cueva con violencia dando un indicio de que ya había llegado, de que él estaba presente, que aquél hombre mal confundido con una criatura de la noche había conseguido adentrarse en los territorios de una de las criaturas más temibles de todos los reinos [...]
