La alegría parecía expandirse a los alrededores del pueblo esa noche. La gente bailaba con júbilo, la llama de la fogata en medio del escenario alumbra con gran fuerza, y el sonido de la música opacaba el abrumante silencio nocturno.

Tal así fue, que incluso la princesa de Unther parecía invadida por dicho sentimiento; dejándose llevar por la corriente y accediendo a la invitación de los habitantes del pueblo, comenzó a danzar al son de la música, utilizando la dulce melodía como medio para mover su cuerpo al ritmo del mismo. Pasando entre diferentes personas para bailar, finalmente conseguiría toparse nuevamente con el caballero que hacía solo unos momentos había encontrado en la taberna.

— Cielos, al parecer el destino ha entrelazado nuestros caminos una vez más. — Expreso, mientras daba una leve reverencia antes de extender su mano, y así comenzar a bailar con él. (…)