Su mirada translucía no solo aplomo, sino desafío; incapaz de escapar a un reto como ése, más siendo Evangeline el premio a su osadía.

—Ninguno de esos «otros» era yo. —Respondió, como quien declara que dos más dos son cuatro: con sencillez y plena seguridad en lo que decía. —Y por ello sé que podré triunfar donde ellos solo desearon soñar. —Añadió, un guiño acompañando sus palabras; aunque distó de mostrarse gracioso o divertido, pero sí repleto de coquetería. —Además, hay más de una manera de «atar» a alguien... Unas más deliciosas que otras. ¿Me dirás que no deseas conocerlas?

¿Y como negar sus palabras? Sabía bien que aquel hombre frente a ella tenía las armas suficientes para atravesar sus barreras, incluso en contra de su voluntad, pero eso era lo divertido ¿O no? —¿Atarme? ¿Eso quieres?— Cuestionó mientras su avanzaba un poco hacia enfrente, acortando la distancia que había entre ellos, parecía una competencia de miradas puesto que ninguno parecía poder apartarla de la otra —Tienes aspiraciones demasiado ambiciosas, debes saber que otros lo han intentado y solo han tenido un único final ¿Te crees diferente a ellos?—

Claro que no se amilanaría ante tal comentario; por el contrario, su pícara sonrisa se ensanchó, domando la energía oscura que lo rodeaba con un simple esfuerzo de voluntad antes de responder. —Cariño, si te involucras conmigo, me darás igual poder. —Dijo, antes de acercarse a la joven y tomarla por el mentón con firme delicadeza; la misma mezcla paradójica que había empleado antes, cuando disfrutó de pecar con la figura ajena hasta el amanecer. —Te la daré; y debes saber que haré lo mismo contigo... Hasta conocer lo más íntimo tuyo, tus mayores secretos; y usarlos para atarte a mí.

—Oh ¿Es así? Porque podría tomarlo muy literal y empezar a ahondar en todos tus aspectos, conocer hasta lo más mínimo de tu esencia y sacar provecho de ello ¿De verdad quieres darme tal libertad, monsieur?— Una misteriosa sonrisa se extendió en su rostro de porcelana, sus ojos rojizos resplandecieron por un segundo mientras se clavaban en el oscuro mirar ajeno.

—Tienes carta blanca para conocerme más a fondo cuando gustes. Será un placer mostrarme ante ti.

—¿Es así? Ciertamente conozco "mucho" de ti, pero al mismo tiempo eres un completo extraño... Aunque dije casi, mon cher—

—¿Tú, tenerme miedo, cariño? Vamos... Me conoces demasiado como para temerme.

—Casi da miedo~—