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R1581860 · M
Dijo, genuinamente sorprendido y ligeramente nervioso; más porque sabía que, de escuchar a las urgencias de su vientre, terminaría cediendo sin más.
R1581860 · M
Richard se quedó de piedra al escuchar aquello; no solo al verse descubierto, sino siendo la primera vez que le sucedía en la iglesia misma. Maldijo para sus adentros, consciente de que había relajado demasiado la guardia en últimas fechas; así que no tenía a nadie para culpar más que a sí mismo por encontrarse en tal predicamento.

—Hija, yo...

Intentó explicarse, pero se vio interrumpido por la vehemencia de la joven al asomar el rostro por la mirilla. No ayudó en lo absoluto que se tratase de una mujer tan atractiva como impetuosa; no era la primera vez que se las veía con una feligresa dispuesta a llevárselo al lecho, pero sí con una que, encima del deseo, tenía entre sus manos la capacidad de causarle grandes problemas. Aún así, más sobresaltado que interesado por la petición (máxime dado que primero debía tentar el terreno), comenzó por responder:

—Este es un tema grave al que no quisiera arrastrarte. ¿Estás segura de lo que quieres, hija mía?
Yuki2104 · F
—Por favor, padre. Acójame en su regazo—
Yuki2104 · F
-Alzó la vista a la ventanilla. Solo podía ver la silueta del sacerdote que ofrecía el perdón de los pecados y el desahogo de su alma.

Dejó caer el velo que le cubría la cabeza, descubriendo a una hermosa mujer castaña de apenas unos 18 o 19 años. Pegó la mano a la tela de la ventanilla y acercó la cara, hablándole desde ahí con voz sedosa y sin el más mínimo pudor.

—Vengo por usted padre... lo he visto, lo sé todo. La otra noche detrás del púlpito de la iglesia me oculté... y lo vi. Desde esa noche mi piel quema, padre. Mi sangre hierve y no puedo encontrar alivio si no es por mi misma.

Sé que soy una blasfemia, sé que Dios jamás me perdonará, pero si es con usted, si es por usted, seguramente lo hará. —

Empujó ansiosa la telilla de la ventanilla, dejando caer el marco al otro lado del confesionario, dejando ver la cara de la muchacha que observaba desde ahí y con admiración, la cara del sacerdote que había visto la otra noche.
R1581860 · M
—En este confesionario no has venido a ser juzgada, sino escuchada y perdonada. Así que dime: ¿buscas la contrición, o meramente descargar tu pecho?
R1581860 · M
Confesión que bien valió un segundo de silencio de parte de Richard, y un levantamiento de ceja que la feligresa no podría ver; pero que demostró un interés renovado por lo que aquella mujer tenía para decir, y que intentó saciar al animarla a seguir.

—El arrepentimiento es necesario para obtener el perdón divino. La maldad es intrínseca en el ser humano; somos capaces de las hazañas más gloriosas, y de los peores pecados; y en esa dualidad encontramos los auténticos milagros. Huir a los instintos es una necedad; la templanza se obtiene aceptándolos, no intentando negarlos y esconderlos en el fondo de nuestro corazón.

Él lo sabía bien; pero claro que no diría que poco o nada se ocupaba de reprimirse. Se sintió hipócrita, predicando un credo que no seguía en gran medida; aunque quizá era que lo aplicaba con tal celo, que se había liberado de las mismas reglas de la fe. Sin pensar demasiado en ello, continuó.
Yuki2104 · F
—La verdad, padre... —Apretó las manos una contra la otra apoyando la barbilla en los nudillos. ¿Cómo decirlo sin asustar al buen sacerdote que le hablaba con tal cariño

—es que no me arrepiento. Caí en el pecado de la carne y los excesos. He tratado, juro por Dios que si, he tratado de alejarme de ello pero... la carne es débil padre y quiero hacerlo de nuevo.—
R1581860 · M
—Todos lastimamos a otros, hija mía. Es una verdad inevitable de esta vida.

Palabras que quizá la joven no esperaría oír de labios de un sacerdote; pero es que el pragmatismo de Richard se asomaba incluso cuando debía oficiar las prácticas de la Iglesia. No obstante, sonaba desprovisto de ironía; tenía la voz de un maestro de escuela sumamente paciente que intentase transmitir sus ideas a una pupila.

—La confesión sirve para descargar el corazón y buscar la paz mental. —Siguió, aunque no creía del todo en lo que decía; pero se guardó de hacer comentario alguno al respecto. —Háblame de lo que te aqueja; estás a salvo aquí.
Yuki2104 · F
-Sonríe aliviada, pues en la voz del clérigo puede escuchar la suavidad y la comprensión que había ido a buscar en ese lugar.

—Hace mucho tiempo que no me confieso, padre. Tantos que incluso he olvidado cuanto. —Comenzó la mujer, que tenía la melena atada en un chongo alto y un velo negro que apenas dejaba ver su nariz por debajo de este. —Acúsome padre de haber pecado contra mi prójimo... —
R1581860 · M
Montar guardia en el confesionario era de sus tareas menos favoritas. Raras veces tenía la empatía para comprender la contrición de los fieles, y, aunque jamás había dado un mal consejo, tampoco lo hacía de buena gana; de modo que hubo de esforzarse para no poner la mirada en blanco y lanzar un suspiro de enfado, dando a su voz el temple más neutral posible al responder.

—Sin pecado concebida. El Señor te recibe con los brazos abiertos, hija mía —dado que reconoció la voz al otro lado de la reja como femenina al punto —; dime tus pecados.

«Y espero que sea algo jugoso», pensó con malicia.

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