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R1581860 · M
Confesión que bien valió un segundo de silencio de parte de Richard, y un levantamiento de ceja que la feligresa no podría ver; pero que demostró un interés renovado por lo que aquella mujer tenía para decir, y que intentó saciar al animarla a seguir.
—El arrepentimiento es necesario para obtener el perdón divino. La maldad es intrínseca en el ser humano; somos capaces de las hazañas más gloriosas, y de los peores pecados; y en esa dualidad encontramos los auténticos milagros. Huir a los instintos es una necedad; la templanza se obtiene aceptándolos, no intentando negarlos y esconderlos en el fondo de nuestro corazón.
Él lo sabía bien; pero claro que no diría que poco o nada se ocupaba de reprimirse. Se sintió hipócrita, predicando un credo que no seguía en gran medida; aunque quizá era que lo aplicaba con tal celo, que se había liberado de las mismas reglas de la fe. Sin pensar demasiado en ello, continuó.
—El arrepentimiento es necesario para obtener el perdón divino. La maldad es intrínseca en el ser humano; somos capaces de las hazañas más gloriosas, y de los peores pecados; y en esa dualidad encontramos los auténticos milagros. Huir a los instintos es una necedad; la templanza se obtiene aceptándolos, no intentando negarlos y esconderlos en el fondo de nuestro corazón.
Él lo sabía bien; pero claro que no diría que poco o nada se ocupaba de reprimirse. Se sintió hipócrita, predicando un credo que no seguía en gran medida; aunque quizá era que lo aplicaba con tal celo, que se había liberado de las mismas reglas de la fe. Sin pensar demasiado en ello, continuó.
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