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G1575593 · F
Miró desde su posición aquel valioso objeto. Lo que una vez significó amor, ahora no era más que un medio para contactar con la persona que había entregado dicha joya a la muchacha, muy joven en realidad para haber quedado viuda. Tomó el estuche entre sus manos y lo acercó a su rostro ¿Qué pecado habrán cometido estas personas para que el destino se los hubiera cobrado de esta terrible manera?

— La conexión entre el mundo espiritual y el mundo físico siempre está presente entre nosotros. Los seres como tú no pueden ver esa tela delgada que sirve de división, pero con esto entre mis manos, el alma de tu difunto esposo vendrá, porque sabrá que estás aquí. —

Extendió su mano libre en dirección a la chica y esperó a que esta tomara su mano, para iniciar con la conexión sagrada. Dejó el anillo sin el estuche en el centro de la mesa y lo rodeó con un círculo de sal, fuera de él, cuarzos rosados formaban un triángulo invertido y un pentagrama adornaba la zona superior de la mesa. El fuego de las velas se avivó, incluso parecía que la llama de las mismas era muchísimo más grande, el ambiente dentro de la tienda se tornó helado y detrás de la figura de su clienta, a la altura de su nuca, seguramente podría sentirse quemar por el increíble frío que comenzaba a sentirse hasta los huesos.

— Él está aquí, de hecho, detrás de ti, parece que quiere llevarte con él ¿Hay algo que le quieras preguntar? —
 
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Y1564449 · F
Di più non chiedo, non chiedo.
Si può morir, Si può morir d'amor.


El arco de rosas blancas había amanecido como un umbral de orquídeas rosas al jardín de Petra. La voz de Pavarotti embelesaba la atmósfera, tentando a la falsa Solana a surcar ese tácito edén hasta alcanzar la puerta trasera. Una furtiva lagrima se entonaba sumergiendo todas las paredes del hogar, incluida Yerma. Asentó el bolso sobre la encimera de la cocina, una habitación rebosante de luz blanca en la que solo pudiera chocar con el mármol rosáceo de aquella mesada. Sin anunciar su llegada, atravesó la cocina y el pasillo, que separaba una habitación con otra, el salón.

Se enfrentó contra la cristalera de la puerta que daba a la sala, un vinilo translúcido de ramificaciones de bambú. Podía contornear la sombra de Petra acurrucada sobre el mismo sillón de siempre, sumergida en su lectura y tomando café. Ella no la escucharía entrar, rara vez lo hacía, y como un ritual acallaría el altavoz para hacerle saber que se hallaba allí.

—Sigues escuchando esto, pero nunca entiendes nada. ¿No pierde el sentido así?

Desde allí podía admirarla de perfil, las rodillas naciendo de su ceñida falda y sus piernas envueltas en unas medias beiges. Estaba afilando la mirada con sumo interés. Inmediatamente negaría con la cabeza, esperando pudiera perdonarla por ese primer comentario, estaba revelando sus pensamientos en alto.

—¿Has escuchado la noticia? ¿Sobre la nueva Reina?
G1575593 · F
De vez en cuando realizar este tipo de brujería espiritual conectaba a Gianna con sus raíces, aunque ya no era usual que un ser tan experimentado como ella retomara las prácticas elementales y básicas de cualquier iniciada en las artes oscuras, hoy estaba de buen ánimo, pues las cosas estaban saliendo como lo había predicho, “a la perfección”. Así que de vez en cuando jugar con los sentimientos de los mortales, en especial de las pobres almas “cristianas”, era como un tentempié para ella. En esta ocasión, la mujer que se le había acercado estaba de suerte, podría tener “legítimo” contacto, una vez más con su difunto esposo. ¿Estaría siendo castigado por las llamas del averno? ¿Sería uno más de los afortunados en ingresar a las puertas celestiales custodiadas por San Pedro? Por suerte, Gianna sabía que la justicia después de la muerte, si era la verdadera. Pues cuando el “Santo Papa” Alejandro VI, mejor conocido como Rodrigo Borgia, había muerto por mano propia de la Virgen Negra. Ella misma se encargó de encontrarse con las temidas fauces del arcángel de la muerte para conocer la sentencia de quién en vida había sido “su padre”. En efecto, uno de los círculos del infierno era ahora su eterno hogar.

— Necesito alguna pertenencia de quién fue tu marido. —

Permaneció con la vista abajo, oculta en ese velo espectral que impedía el paso de la luz a su rostro, extendió la mano en dirección a la pobre y perdida alma del señor que esa misma tarde había caído en las garras de la desesperación. Contactar con los muertos, para ella, era un trabajo fácil, sin embargo, la mente de los seres humanos era tan frágil que en un dos por tres podría quebrarse, para bien o para mal, ella solo atendía las peticiones que solicitaban sus clientes. Por debajo de la capucha sonrió de lado, esperando.

— La buena fortuna está de tu lado… Estas prácticas ameritan pagos muchísimo más grandes, algo que ni todo el dinero del mundo, ni el oro más preciado de los reyes, pueden pagar… ¿Estarías dispuesta a todo con tal de comunicarte con tu esposo? Bien, bien, por ahora solo necesito esa pertenencia, eso que cuelga en tu cuello… ¿Qué es? —
G1575593 · F
Miles de cristianos tarde o temprano abandonaban su voluntad. Buscaban respuestas en el cielo, pero por más que le gritasen, este jamás será capaz de responder. Enfermedades, muertes, tragedias, tristezas, los seres humanos son tan frágiles… Se dejan acunar por creencias para sentirse seguros, pero ¿Qué pasa cuando esa misma creencia les da la espalda y tienen que buscar por sus propios medios una explicación a lo inexplicable? Criaturas curiosas pero demasiado ingenuas. Fascinantes y destructivas.

Multiculturalidad de creencias, dioses, esoterismo y paganismo falso en tiendas departamentales que ahora solo sacaban provecho de sus propias raíces para ganar dinero… “Las falsas mujeres sanadoras”. Irónicamente para esa época, estas tiendas de "magia" donde timadoras que se hacían pasar por videntes, aquellas que leían las manos, las cartas y podrían "contactar con los difuntos" a través de sus bolas de cristal, eran el lugar perfecto para Gianna de mezclarse en la ciudad, pues nadie sospecharía que una bruja de verdad estuviese en pleno centro, atendiendo un sitio lleno de "brujas falsas", aquellas que pagaban un soborno a la policía local para poder lucrarse, engañando gente con sus estafas.

La energía demasiado inocente de alguien acercándose la mantuvo expectante, no le sorprendió para nada la visita de esa joven en el local, conocía la naturaleza del ser humano. Cubrió su rostro por completo con una capucha negra y se quedó inamovible en su lugar, desde una mesa de madera con un mantel rojo y una silla de terciopelo recubierta con “oro” de fantasía. — Que dicha recibir la visita de una criatura tan pulcra como tú… Pasa querida, pasa, siéntate, llegaste al lugar correcto. — Extendió las manos frente a ella, donde una silla vacía se posicionaba. — ¿Qué es lo que deseas? Este es el lugar perfecto para desmentir y desenmascarar a la iglesia por todos los secretos tan sucios que les ocultan a ustedes, sus hijos… —

SP1572485 · M
SP1572485 thinks you are Trustworthy.
AlexAnder1567103 · 26-30, M
AlexAnder1567103 thinks you are Lazy.