-Niega con la cabeza, sus manos quieren apretar hasta sentir el crujir de los huesos de esa mujer, pero una parte de él la obliga a soltarla casi contra su voluntad. La queja es evidente, gesticula molestia en un refunfuño suave. Sus manos ahora vacías se cierran en un puño en el que se remarcan las venas como si fuesen a reventar. Se apoya contra la pared, levantando el mentón, respira con suavidad.-
¿Lo mejor para mi? ¿Cómo mierda voy a saber siquiera qué es bueno o malo, lo que te hace bien o no? Todo es amargo, demasiado amargo. No hay una elección correcta, sólo puedo lanzarme al abismo y ver cuánto tarda en devorarme o escupirme fuera otra vez.
-Si pudiera sonreír, lo haría después de decir eso, pero su rostro parece el de un muerto, casi como siempre. Sólo que ahora ni siquiera parece iracundo.-
