Está bien, iré a ver a Ilce, puedes quedarte tranquilo. -sonríe un poco a pesar de la situación, a él no le perjudicaba en nada, se fue como llegó, detrás de la chica que tenía que cuidar.-

¡Basta! Katsuki, puedes venir a hablar conmigo y no estás enterado porque Irina es una visita inesperada.

—¿Enserio, Nadir? No te preocupes, me ocuparé muy bien esta noche, has tus negocios lo que gustes, no te estorbare hoy -desaparecio del lugar y dejó a la molesta basura sola-

Se supone que debería estar enterado de lo que pasa ¿No?. -pregunta pues llegó allí con Ilce aunque ésta tal vez no se diese cuenta de su presencia.- Nadir, ¿Podemos hablar luego?

Un azote es lo único que debería darles. - salió del lugar ignorando a ambas mujeres que parecían un par de adolescentes agitadas por sus hormonas-.

─ ¿Comenzar? Jamás terminó para ella. De parte mía no existe interés en ninguno de ustedes, no como la celópata de tu melliza imagina. Solo estoy aquí para cerrar negocios y lo sabes. ─ Miró de soslayó a la menor y su rostro enmarcó una ligera sonrisa. ─ Tranquila, Ilce las recompensas me las puede dar tu hermano─

-sale de su lugar aplaudiendo como si fuese la respuesta más obvia- Felicidades pequeña inmundicie, ¿Que quieres? Una estrella dorada por pasar el examen?

¿Es en serio? Van a comenzar otra absurda pelea. Ambas necesitan ser disciplinadas, porque ninguna de ustedes está cumpliendo con su deber a la patria, ni siquiera a sus propios intereses.

Los albinos desprendían un aroma muy particular, las sensibles fosas nasales de Irina siempre lograban olerlos. Había resultado sencillo percibir a uno, dos generaría un hedor más fuerte, especialmente cuando se trataba de Ilce. ─ Huele a insolencia, Nadir, presiento que tu hermana anda por aquí─.

-Unos ojos ámbar observan desde la oscuridad en completo silencio, no por maña de esconder su presencia, siemplemente estaba ahí presente-