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Es que Nana es un sol, muy linda y cálida

*Comentó con gran alegría, no imagino conocer una persona con un alma tan pura e inocente, era tanta su emoción que ya no puedo más y dejó ver aunque sea su cola de zorro que se agita muy feliz*
Nana chan es más linda

*Comentó la rubia, estaba feliz de conocer una persona tan dulce como ella que le costaba tener su aparecía humana, se esforzaba por no sacar su cola y orejas de zorro*
*La rubia muy feliz abrazo a la joven*
Se mi amiga
CsDLs · M
Su melliza podía parecer tan dulce a veces que eso la hacía aún más peligrosa. Carlos se quedó quieto, ni siquiera se inmutó cuando fue abrazado de esa manera, era natural para él que ella hiciera ese tipo de cosas. Casi como si fuesen una vieja pareja.

Soltó una risa corta tras escuchar lo dicho, "que mejor que sea a manos de un hermano", él no dejaría que nadie más tocase a Emma. Si alguien iba a matarla sería él, ese privilegio no se lo delegaría a nadie. Su traje se arrugó un poco en cuanto la ojiazul se pegó más a su cuerpo, la miró de reojo por encima de su hombro pues sabía lo que hacía, la conocía, jugaba con él aprovechando su silueta femenina.

—Tengo otras formas de matarte, tortuosas y lentas. ¿No quieres que te disfrute? — Añadió al tiempo que sus ojos pasaban de línea en línea leyendo el artículo señalado hasta el final. Una vez terminado cerró el ejemplar de nuevo y añadió. —Ningún veneno sería tan satisfactorio.

El aroma del perfume de Emma era tan dulce como fuerte, impregnando la nariz del príncipe. Él le había regalado esa fragancia años atrás y el hecho de que lo usara lo obligó a sonreír aún más. Volteó un poco el rostro, quedando en una cercanía peligrosa y dijo con voz firme, sin atisbo de miedo o broma. —¿Tú cómo me matarías?
CsDLs · M
Estaba tan concentrado en lo suyo que no consintió a su hermana a su alrededor hasta que sus zapatos hicieron ruido al bajar la escalera. Se reprendió internamente por ello, sabía que siempre tenía que estar alerta, más en una familia llena de... ¿buitres?
Emma estaba preciosa, como siempre, con su largo y castaño cabello y esos ojos azules brillantes que a Carlos le parecían dos lapislázuli perfectamente incrustados en el cuerpo de una muñeca de porcelana.

Una media sonrisa se asomó en su rostro cuando su melliza le extendió aquél ejemplar que ciertamente daba mucho en que pensar pues como ella decía, parecía ser una señal. Se mordió la mejilla interna tras contemplar la portada, la reina seguro estaría al tanto de las ansias de poder de sus hijos, no era como si los mellizos lo ocultaran mucho, ¿sería capaz ella de dejar eso por ahí con la esperanza de presenciar una matanza? Bueno, nunca se sabía, ella tampoco era la mejor de las madres.

— No me fío, Em. — Dijo mientras subía la mirada a ella. — No es normal, tenía la intención de encontrar otros tomos menos, directos. Algo un poco recurrente.

Tras decir aquello se dispuso a ojear el libro, pasando sus dedos delicadamente por las hojas. Él era extremadamente cuidadoso con los libros, eran su tesoro después de todo. — Y, ¿qué haces aquí, por cierto? — Tras un minuto y habiendo leído un par de venenos que llamaron su atención en esa simple ojeada, cerró el libro y levantó un poco la mirada hasta ella, con una sonrisa casi burlona. — ¿Buscas cómo [i]matarnos[/i]? — Lo último lo dijo con un tono suave, hasta rayar en lo seductor. Que ella fuera como él ciertamente le gustaba y se sabía su aliado a medias pues incluso su hermana era su enemiga y tarde que temprano alguno de ambos mellizos iba a tener que dar un golpe contra el otro.
CsDLs · M
CsDLs thinks you are Charming.
CsDLs · M
[b]You...[/b]

— Maldito viejo... — Murmuraba el castaño entre dientes mientras avanzaba a paso decidido por el pasillo principal del castillo. En la diestra llevaba un libro de historia marítima abierto, sus dedos sostenían la pasta para que se mantuviera en esa posición y sus ojos se movían de un lado al otro mientras leía. La mitad de su atención estaba en esas páginas amarillentas y viejas que él ya conocía tan bien, la otra mitad estaba en el hecho de que su padre, el rey Carlos, había dado ya instrucciones sobre su funeral real. El rey llevaba ya meses enfermo pero no había sido hasta ese día que él mismo había informado que sentía que no pasaría del mes siguiente y con eso el tiempo se acortaba para el joven quien ansiaba el trono más que nada, trono que sería entregado a su hermano mayor, el "perfecto" príncipe.

Para su buena fortuna había pasado tanto tiempo vagando por todo el castillo que su cuerpo ya conocía donde dar vuelta para ir a la biblioteca. Así no tenía que parar su lectura; un disparo, dos, tres, se escucharon a lo lejos. — Y una mierda contigo... — despilfarró Carlos III en voz alta pues sabía que era su hermano quien estaba de caza, solamente cazaba cuando se encontraba de buen humor. A nadie sorprendería que los herederos no se encontrarán tristes ante la idea de perder a su padre quien, aunque justo, era un patriarca terrible que nunca había estado con sus hijos más que para reprenderlos e intervenir en su enseñanza.

Al fin las grandes puertas de caoba se visualizaron frente al príncipe, él cerró el libro con una sola mano y lo sostuvo mientras empujaba la puerta derecha. El interior se percibía cálido y solitario, la luz entraba por los ventanales y lomos de todos colores se asomaban de los estantes de madera. Paredes llenas de estos.
La biblioteca era el lugar favorito de Carlos, el único al que sus hermanos no frecuentaban, y el único que le proporcionaba respuestas a cualquier duda. En ese momento tenía solamente una en mente: cómo asesinar a su hermano. ¿Por qué solamente a uno? Se preguntarán, no es que él no quisiese asesinar al resto de golpe, todos exceptuando a Emma, sino que el castaño no era tonto y sabía que tenía que hacer las cosas con cuidado pues podían descubrirlo y aunque en el pasado aquello no se veía tan mal en la actualidad él podría ser encarcelado. Sobre todo porque había más métodos de demostrar un asesinato.

Con aquél tema en mente el joven príncipe dejó el libro en una mesita y empezó a buscar, pasando su índice por los lomos, esperando que alguno le "hablara".