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真夜中のふり [ + 21 , GORE , HORROR & DRAMA. ]
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[med]El porno me pone hipertenso, hipersensible. Ya no puedo soportar seguir viviendo en el mismo mundo que las personas ¡Las detesto! Por eso me he mudado en el lugar que más puedo detestar libremente a las personas: El barrio rojo. El olor a aire acondicionado, el olor a las drogas, puras me gustan menos y adulteradas me dan dolor de cabeza, el olor a comida rápida para llevar, sushi en mal estado, las películas porno en blanco y negro, el olor a vómito.
Todo aquel que no es yo, me imita, me imitan deambulando por las mismas pensiones que yo, por los mismos callejones, por los mismos coños y los mismos anos por los que antes me he corrido. Hoy había un tipo inconsciente en el baño de mi bar. El desmayado era alguien que no conocía, yo no tenía certeza de su nombre, pero de alguna forma se parecía a Seijun mismo, ósea yo. "Otro imitado" pensé, pues no todos son capaces de seguir los senderos de la verga, de los coños y de la mierda con mi misma capacidad. Al final, confuso y conmocionado lo devoré, solo para intentar mostrarle a su alma lo horroroso que podía ser el mundo. Empecé por sus dedos, que tiesos y duros no tenían más sabor que un hielo seco que pude haber sacado del refrigerador.
Cuando llegué a morder su cuello, empezó a llover. Cuando llueve recuerdo lo que leí en un libro, o lo que me comentaron alguna vez: Cuando la lluvia cae, el cielo y la tierra están fornicando. No tengo ni puta idea de que significa, pero las tripas, las tripas adornaban el bello ajeno, poseía una cara verdaderamente preciosa. En ese instante me di cuenta que pocas cosas me gustaban más que los cabellos oscuros, y los ojos grandes, en cambio, apreciaba los cuerpos diminutos. Luego de comerlo, me fui a la sala de baile.
Recuerdo que en 1970 no existían las discotecas, solo había algunas salas de baile a las que la gente de todas las edades y clases sociales iba a bailar, no sé, vals o foxtrot como si fuesen los yankees cuando ocuparon Japón en la Segunda Guerra. Fue recién en los 80 cuando empezaron a poner turbulentos clubes, las pandillas de moteros se peleaban entre ellos casi todas las noches y la yakuza manejaba el mercado de las drogas.
Yo me la pasaba bailando con bellezas clásicas, y me besaba con unas cuantas, sin embargo lo que más disfrutaba era que me la chuparan en el baño mixto del fondo, una novedad occidental. Me gustaba pensar que la otra persona oraba, oraba y me adoraba cuando la metía dentro de su boca. Sin embargo, eso me cansaba, me agotaba pensar que mi falo solo daba placer a la otra persona ¿por qué debía dar solo placer? Es decir, me gusta la sensación de eyacular en bocas ajenas, pero siempre creí que podía dar más de mi, por eso una vez, cuando una muchacha de Shangai me felaba, y la noche sin luna nos protegía, fui invadido por un sentimiento de tristeza que llevo a mi mano a sacar la navaja del bolsillo. Uno siempre debía salir con cuchillo cuando salía a bailar, pues nunca se sabía cuando todo podía terminar en una pelea, así que estaba preparado. Cuando a un hombre se la chupan, el hombre se convierte en presa, en comida, por eso debía ser muy sabroso para mi amante de medianoche, alce la navaja y me corté por completo el vientre, sentí un frío que me recorrió todo el cuerpo, sentí mucho dolor, pero pese a eso, sentí que por primera vez en mucho tiempo el sexo empezaba a tener sentido. Las oleadas de sangre empezaron a regar mi camisa, y por una romántica razón, llegaron a la boca ajena, incluso a mis testículos, pues ella seguía mamando sin parar. Claro que eso le hizo frenar, gritando histéricamente al ver a su amante de medianoche de esa manera, con el espíritu tan elevado. Puedo jurar que temblé como nunca, pero no pude eyacular hasta que dirigí la navaja directamente contra su tripa, y una vez que la hoja se clavó, la saqué y la volví a meter tantas veces que mi mano se entumeció. Me quedé inmóvil un instante, empecé a sudar, pero me sentí muy feliz. Estaba sintiendo algo, había matado y perdido el control, lo cual era terrible, pero había cumplido finalmente la meta de los intelectuales: Encontré el sentido de la vida. Esa noche dormí feliz, mirando el techo con expresión desconcertada.
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