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真夜中のふり [ + 21 , GORE , HORROR & DRAMA. ]
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[med]La vida en Kabukichō se ha vuelto aburrida, cambian los lugares, pero cambian para peor. Antes eran una mierda, ahora es una mierda aún peor. A pesar de que la vida nocturna del barrio rojo siempre fue un hervidero de degenerados, con seguridad puedo decir que hasta ellos han cambiado. Las noches entre los callejones no tienen más ese misterio que las películas de yakuzas poseen, el cual fue real hace ya muchas décadas y que ahora se extinguió para siempre. Deambulan aquellos que son como yo, empezando a olvidar nuestros nombres, desde el trayecto inicial con los molestos arcos hasta Shinjuku se plaga de bares, entre lo cuales se encuentra el Midnight Pretender, mi bar, con un nombre puesto en honor a Tomoko Aran. Muchos directamente me llaman así, y me siento bastante extraño al respecto, pero en el fondo entiendo que eso es correcto, pues yo no soy ya una persona, soy el barrio en si mismo, soy parte del ecosistema en su ocaso. Es obvio que lo defenderé hasta el final, está es mi casa.

Rojo en Hebras ya no existe, Tokio Groove tampoco. Han cerrado para siempre y en su defecto, han abierto molestos clubes de computadores, salas de juego para extrañas atalayas de la cultura adicta a los efectos especiales, a los personajes de curvaturas irreales y a las competencias. Lollipop Origami está vacío, sin un alma, ni siquiera a mis degenerados les apetece estar ahí, están aburridos, estamos aburridos de nosotros mismos. Es probable que yo, como propietario, vea una oportunidad de dedicarme a lo mismo en algún momento, y mi bar se convierta en una sala llena de personas que se niegan a tomar pastillas, a inyectarse, o a fornicar como salvajes. Solo querrán una sala iluminada llena de teclados brillantes, computadores enormes, sillas cómodas y gaseosas heladas, todo para conectarse en el mundo de los videojuegos. Para los degenerados honrados como yo, esos placeres son muy tontos, especialmente porque nos fascinan las drogas, las rameras y los desechos. Entendemos nuestros vicios como vacaciones imperfectas, es decir que pueden ser buenas o pueden ser malas. No hay nada más exquisito que un mal viaje, o una mujer con un abrigo rojo y nada debajo. Esas pequeñas expresiones son lo que más importan en la vida.

Kabukichō es un largo pasillo que una vez floreció, daba calor a sus habitantes y se convertía en un sitio mágico donde cualquier tipo de placer, diversión o vicio podía materializarse. [/med]

 
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