—Bien~ Porque con ese agradecimiento deberás pagarme con camaroncitos. No creerás que te dejaré saber gratis ¿o si?~ Nada es gratis en este mundo ni en ningún otro~—
La sonrisa felina enmarcó sus pequeños colmillos, incluso un ligero ronroneo escapaba de su garganta aún en forma humana, volviendo a disfrutar de las caricias mientras retomaba su masaje con las manos cual patitas, amasando el abdomen ajeno.
—Oh, agradecido estaré de ser posible cumplir con lo que dices, me gustaria saber más de ellos y de ti, pues claramente son distintos aunque a mis ojos tu luces mas interesante así que supongo hay mucho que descubrir de ti— Se acerco un poco mas al felino para poder acariciar su cabeza como lo haría con un felino ordinario.
—Te falta mucho por conocer entonces, porque los mininos somos un mundo completamente instinto~—
Musitaba con una ligera risa, mirándolo fijamente y observando sus ojos a detalle. Cómo minino y cuál bien decían las historias, podía notar que aquel hombre no era ordinario, mucho menos el Viktor que conoció hacía mucho, sólo sonriendo con dulzura.
—Pero te dejaré conocer más de mi raza, los michitos humanos no somos iguales a los muchos normales~—
— Es fácil admitir tu perfección, mael, solo porque, eres un bello felino albino— A estas alturas esperaba su contrario notara el fanatismo que tenía con esa especifica raza, era un amante de los felinos. Aunque, eso solo formaba parte de lucifer y no de aquella alma que una vez vivió en su ahora recipiente. —Los felinos son criaturas perfectas e enigmáticas, incluso yo puedo decir que no se mucho de ellos, son todo un misterio. —En ocasiones hacia alegoría de su propia naturaleza, olvidando su papel como humano.
—Sabes que presumo de ello encantado. Más cuando se trata de que admitas que soy la perfección en michi~—
Sin duda adoraba molestarlo, en especial cuando lo conoció tan reservado y casi como témpano de hielo, le agradaba desde su extraño pero favorecedor cambio de actitud. Volvía a ronronear con esas caricias, cayendo en su cliché de minino cuando sus manos empezaron a amasar el abdomen ajeno aún sin sus garritas o almohadillas.
Solto una corta risa por el narcisismo del felino, propio de su raza naturalmente y muy lejos de ser molesto, fue extrañamente gracioso. —Lo eres Mael, presume de tu perfección —
