Era duro escuchar esas palabras, no lograba acostumbrarse a qué alguien diera tanto por ella y no evitaba sentirse mal por eso. Liviet cada vez abría un poco más sus sentimientos y sabía bien que eso implicaría poner en mayor peligro a quienes le rodeaban. — Casi mueres ahí, una explicación es lo mínimo que mereces. — apretó sus labios, tomó aire con profundidad y exhaló lentamente. — La mujer que vimos era mi madre. Y la magia que le viste usar supongo que no te fue difícil identificar. — se removió un poco, la cercanía le hizo sentir un poco tensa pero se concentró en relajarse. — Ella es aquello que querían que fuera y el motivo por el cual huí de casa. —

Despacio se subió a la cama, no podía evitar tener aún esa sensación incómoda, que se percibe cuando hay alguien asechando. No le gustaba sentirse como una presa... pero se concentró en Liviet, en su calor al acurrucarse junto a ella, en que deseaba protegerla e incluso se atrevió a rodearla con uno de sus brazos. —No...— Se apresuró a interrumpirla. —No tienes que explicar nada si no te sientes lista, yo puedo esperar. Te esperaría todo el tiempo que tú desearas.— Y aún así, ante lo inexplicable, ante algo que sabía podía acabar con su vida en un parpadeo, Kayley daría su vida por ella.

Respiró profundamente, ¿Cómo le decía a su compañera que en realidad si había algo ahí?, Algo que cada noche le acechaba y arrebataba el sueño. Al sujetar su mano la estrecho un poco y negó con su cabeza, se removió en su lugar y dió una palmada para invitar a la elfa a recostarse a su lado. Estaba más que agradecida con su compañía pero temía que acabara involucrandose más de lo debido. — Todo está bien Kay, se que pasó algo terrible esa noche. — Algo que aún no lograba explicarle.

—Podría jurar que había alguien aquí...— Susurró, como si creyera que ese alguien o algo... podía escucharla. En aquella penumbra, ni siquiera iluminada por la luz de la luna que se mantenía oculta entre las nubes, buscó la mano de Liviet, sujetándola. No habría podido describir la presión que sentía en el pecho, y solo le hacía recordar lo que había ocurrido días atrás, más intentó dejar de pensar en eso. Seguramente solo era esa terrible memoria haciéndole una mala broma. —No me hagas caso, seguro es mi imaginación, lamento haberte despertado...— Dijo apretando sus dedos con suavidad.

En sus sueños aquella voz le llamaba, le recordaba que hiciera lo que hiciera estaría ahí siempre. En la oscuridad podían verse aquel par de ojos brillantes, apenas perceptible era la sombra que vigilaba a la noble en todo momento pero fue justo en el momento en el que Kayley despertó que la sombra desapareció emitiendo un susurro aterrador permitiendo correr un aire frío en la habitación.
— Hmh...— Se removió un poco y abrió sus ojos con pereza. — ¿Que pasa? — Dirigió su mirada hacia aquel mueble, afortunadamente...no había nada, ya no.

Había sentido algo extraño que la había hecho despertar de golpe. Se había quedado dormida en una silla, con medio cuerpo recostado sobre la cama de Liviet. Desde el incidente en la fiesta no deseaba dejarla sola, por más que ella se lo insistiera.

—¿Livi...?— La llamó, sin poder evitar el escalofrío inexplicable en su cuerpo.