Con Kayley había aprendido a hablar con mayor sinceridad, no actuaba a la defensiva y procuraba escuchar antes de tener una mala reacción, si bien aún le faltaba mucho todo aquello le ayudaba a disfrutar cada vez un poco más las pequeñas cosas. Tomó su mano y se puso de pie, sujeto el sombrero con la mano libre para que este no saliera volando con el viento. — ¿Quieres tener un mejor atuendo?...— ladeó curiosa su cabeza y sonrió. — Podemos conseguirte capas de colores ~ — Bromeó o al menos lo intentó.
Negó, extendiendo la mano para que la Princesa la tomara y ayudarle a levantarse de la silla. —Sigue aceptándolos, me gusta verte feliz.— Y si había una cosa que podría asemejar a lo feliz que Livi se veía comiendo, era usando esos vestidos tan lindos. —Aunque quizás yo debería conseguir un mejor atuendo, seguro pensarán que viajas con una vagabunda.— Se quedó pensativa durante unos momentos, era verdad que la ropa no era algo que le importara demasiado. ¿Debía comenzar a cambiarlo?
Pese al carácter que Liviet tenía, la idea de conocer muchos lugares y conocer a su gente le resultaba muy interesante y sus habilidades para interactuar con las personas tampoco es que fueran malas. — Me gusta la ropa y respeto mucho el trabajo que hacen. — Cuando Kayley y Gaikos podían estar perdidos en alguna taberna, Liviet estaría perdiendo el tiempo hablando con alguien en el pueblo. — Solo necesitas escuchar un poco. — Y en realidad consideraban a Liviet toda una modelo y terminaban siempre regalandole ropa hecha a su medida. — ¿Debo dejar de aceptar estos regalos? — Pero Kay tenía razón, algún día sería demasiado y no podría llevar todo a todas partes.
—Ehe... Ño.— Sonrió. Y aunque lo intentara, era algo extremadamente complicado, siempre hablaba antes de pensar lo que salía de su boca, aunque le gustaba pensar, era parte de su encanto, y si sus ocurrencias hacían sonreír a Liviet, entonces valía la pena. —¿Cómo es que siempre te haces amiga de las costureras en cada pueblo al que llegamos? Pronto tendrás tantos vestidos que no podremos cargar tu equipaje.— Y qué suerte tenía la Princesa para que le regalaran cosas. ¿Era algo así como un super poder?
Levantó la vista hacia la dueña de aquella voz, levantó su mentón ligeramente y ladina sonrió. — ¿Has considerado pensar antes de hablar? — y una risa escapó de sus labios, era gracioso como Kay terminaba diciendo cosas sin sentido o atropellando sus propias palabras, sin mencionar cuando cambiaba su orden o letras provocando que dijera cosas graciosas. —
