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Mostima · 26-30, F
—Yo también te amo, Lemuen.— Dijo con un atisbo de sorna. Al menos en eso si podía ganarle. Le encantaba ponerla nerviosa. Sonriendo triunfante cruzó una pierna sobre la otra, y se recargó completamente en el asiento, dedicándose a disfrutar del viaje.

La misión sería un encuentro diplomático con Wei Yenwu, líder de Lungmen, para entregar un encargo que Su Santidad les había confiado a ellas y solo a ellas. No podían verlo, perderlo ni entregarlo en otras manos que no fuesen las del viejo Lung.

Debía aceptar que esa ciudad tenía su encanto. Los edificios, las luces y el movimiento eran completamente diferentes a Laterano. —Deberíamos venir un día por placer, y no solo por trabajo, ¿No crees?— Dijo, mirando por la ventana más cercana a ella.
 
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