Kuro lo ha dicho siempre, lo malo de la eternidad es perder lo que se ama. Y en inviernos fríos el dragón suele extrañar mucho a su hijo difunto, por que vividamente lo recuerda acobijandose a su lado. Buscando su calor para escapar del crudo invierno. Aún lo ama tan fuertemente como la primera vez que vió sus pequeños e inoscentes ojos.
En el momento que sintió esas caricias, esos mimos a Tomomi se le llenaron de lágrimas los ojos. — ¿Cómo puedes ser tan bueno...? A pesar de tantos años, aún no llego a comprenderlo Kou, amarme no hace que debas aguantar tanto de mi, bobo...- Susurró eso último, mientras subía sus manos hasta el cuello del mayor para abrazarse de esa forma y apegarse, acurrucarse en él. — Lloré porque.. pensé que si ibas con él, yo sería desplazado. Ya no seríamos los de antes...- Escondió su rostro en el cuello del mayor, esas pequeñas lágrimas no llegaban a caer. — Perdón Kou, en verdad perdón..-
