Kuro lo ha dicho siempre, lo malo de la eternidad es perder lo que se ama. Y en inviernos fríos el dragón suele extrañar mucho a su hijo difunto, por que vividamente lo recuerda acobijandose a su lado. Buscando su calor para escapar del crudo invierno. Aún lo ama tan fuertemente como la primera vez que vió sus pequeños e inoscentes ojos.
Reconoce que si es extraño el hecho de que le haya captado la atención otro omega. No es participe de tener muchos omegas por que sabe lo importantes que son y desea darle su tiempo valido a los dos. Tiempo era algo que le sobraba y de otra forma le escaseaba. Era paradójico que sea de esa forma. Que fuera eterno y siempre éste ocupado en alta mar. Claro que Seiryū estaba sereno observando al pequeño Tomomi, le escuchaba con devoción. ──Sabes tú mejor que nadie que la atraccion no me sucede fácilmente, ya estoy viejo para jugarmelas de don juan o hacerme un harén. Aparte no me siento tan vacio como para ser el típico hombre que se llena de esposas o esposos por que no sabe como llenar su inconformidad e inseguridad propia. ── Acarició las mejillas del menor. ── Por eso entiendo Tus celos... Comprendo. Conozco tu historia y entiendo a la par por que la inseguridad está allí. Pero yo no te dejaría por nada del mundo Tomomi. ──
