(...) sorpresivamente saliendo con vida, no quedó en él, un concepto de aversión a dichas torturas.

Sentía una dominación extraña, pero por esas sogas, como si fuesen serpientes buscando morderle, pero conteniéndose a la idea. Por ello, en el momento de aplicar los patrones, intenta dejar el arte plasmado en su compañera nocturna, llevando el kinbaku a cabo. No es un artista, pero quiere contemplar el placer corporal, llevarse un deleite, y buscar, que la sometida, lo logre en su mutualidad.

Kenryuu, suele llevar un “collar”, que es en realidad una roja soga que envuelve su cuello, que representa este oculto gusto.

En los vestigios de los periodos en guerra en Japón, se utilizó la táctica de atar a los enemigos con firmes cuerdas de manera estratégica, con tal de inmovilizarlos y llevarlos como prisioneros de guerra, en cuánto a contiendas samurái se trata. Así se podía distinguir qué tipo de guerrero podría ser, y más que ello, había códigos que debían cumplirse. Hoy en día, el legado se transformó en posicionar estéticamente y puntualmente, llamándose kinbaku.

Para el azabache, someter y ser sometido por sogas, le da como resultados un juego de mostrar quién manda en el acto. Experimentar patrones entre jadeos, mordidas y deseos de con quiénes juega. No puede esconder ese lado versátil donde las temperaturas exceden mientras las fibras apresan. Sentirse bajo esa presión de no poder hacer nada más que una tortuosa pero deliciosa experiencia, en cómo las manos y los muslos puedan hacer su magia.

Siendo víctima pasada de los shibari en sus primeras experiencias, y sorpresivamente [i](...)[