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Rol privado.

Un edicto de la realeza, impreso en un pergamino antiguo, resonó como un eco en el aire, convocando a la médico a un destino inmediato. Al salir presurosa, se encontró con un desolado panorama, desprovisto de caballos dispuestos para su pronta partida, obligándola así a emprender una caminata ardua en pos de solicitar prestado uno de estos nobles corceles. En el transcurso de su trayecto, un enigmático hombre emergió en su estela, persiguiéndola sin emitir ni una sola palabra. Fluctuaba en la incertidumbre de si debía sentirse segura en su presencia o amenazada por su silencio.
 
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Shaitan · M
Otra razón por la cual se desconocía los rostros de los honorables guardias reales era porque siempre iban cubiertos por una máscara que emulaba al primer protector del emperador: el dragón. Incluso sobre su parche y su expresión portadora de mil experiencias, el joven usaba la monstruosa máscara de dragón oriental que solo permitía la vista de su ojo izquierdo, rojo como el fuego.

Su porte estoico no se vio perturbado por el rápido encaramiento de la médico. Reconocía de inmediato su profesión, no solo por cultura general, sino por el casi siglo que llevaba visitando ese mundo que llamaba Terra.

Mientras su espada envainada la sostenía con su mano izquierda, su diestra se alzó, apuntando el camino delante de ambos. Tenía prohibido hablar cuando no se trataba de situaciones excepcionales, o de guerra, o similares, pero era evidente que le indicaba que siguiera caminando. Estaban prontos a llegar al palacio.
 
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