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Rol privado.

Un edicto de la realeza, impreso en un pergamino antiguo, resonó como un eco en el aire, convocando a la médico a un destino inmediato. Al salir presurosa, se encontró con un desolado panorama, desprovisto de caballos dispuestos para su pronta partida, obligándola así a emprender una caminata ardua en pos de solicitar prestado uno de estos nobles corceles. En el transcurso de su trayecto, un enigmático hombre emergió en su estela, persiguiéndola sin emitir ni una sola palabra. Fluctuaba en la incertidumbre de si debía sentirse segura en su presencia o amenazada por su silencio.
 
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Kail33na · 100+, F
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Los tres visitantes fueron recibidos por un anciano ataviado con elegancia y rodeado de la guardia. Sus ojos, teñidos de asombro al contemplar a la mujer, al hombre de ojos azules y al enmascarado, concedieron acceso a los recién llegados. Durante el trayecto por los resplandecientes salones del palacio, el anciano entabló una corta plática con la mujer médico, expresando sus disculpas por las dificultades que el mensajero había enfrentado.

Con serenidad, la médica respondió: —Mucho puede acontecer en el camino.

El anciano prosiguió: —El emperador desea hablar con usted... en privado, tàiyī.

Y así, los dos hombres fueron relegados a esperar fuera del salón real. El hombre de ojos azules, quien, en su semblante, dejaba entrever una ligera molestia se retiró caminando por el pasillo con gesto altivo, ignorando a quien fuera que se cruzara en su camino.
Kail33na · 100+, F
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La escolta poseía un misterio que se desvanecía como las delicadas líneas del pergamino real, cuya tinta se había desdibujado por el contacto con el agua. Pero la dama optó por envolverse en el silencio mientras avanzaban a través de exuberantes paisajes hasta arribar al pintoresco poblado.

Allí, antes de adentrarse en la algarabía del bullicioso pueblo, la mujer desenvainó unas vendas, cubriendo con ellas sus propios ojos, sin apartar de su mano el pergamino adornado con el sello real, que en aquella circunstancia, brillaba como un enigmático estandarte. Así, guiada por su confianza en los caminos ocultos de la sabiduría ancestral, emprendieron el último trayecto hacia el imponente palacio.
Shaitan · M
La fuerza de sus pulgares permitió que la espada fuera desenvainada apenas centímetros con increíble velocidad al escuchar el galopar. Su entrenamiento de años había logrado controlar lo que siglos atrás habría terminado con una impulsiva decapitación; mantuvo la espada quieta aun dentro de la vaina, sostenida con su diestra, mientras entendía que el hombre que había aparecido de forma precipitada no presentaba una amenaza.

A pesar de la advertencia carente de explicación, guardó nuevamente la espada y avanzó junto al animal, con el único objetivo de llevar a la médico a su destino con su seguridad resguardada, pero también vigilar señales de segundas intenciones.
Kail33na · 100+, F
—Avancemos. No se veía disgusto en el rostro del hombre de ojos azules quien yacía de pie, parecía no oponerse a cuidar de la médica junto al guardia enmascarado del Palacio.
Kail33na · 100+, F
Al ver por primera vez al enmascarado, apareció en ella un dolor anormal que la obligó a cerrar sus ojos y sujetarse el pecho con firmeza. —N-No te acerquéis. La fémina fue retrocediendo con dificultad.

Y de repente un tercer personaje emergió en la escena. Su figura imponente yace sobre un corcel, cuyo galope resuena en el aire. A medida que las palabras agitadas de la mujer alcanzaron sus oídos, el jinete azotó las riendas del caballo con destreza. —¡Mei! ¡Tranquilízate! Dijo con urgencia.[/c]

Descendió con elegancia de la silla de montar, y se posicionó frente al enigmático enmascarado. Sus ojos azules relucieron con determinación mientras afirmaba con voz firme: —Si continúas acercándote a ella, acabarás con su vida. Soldado, ¿no te avisaron en el Palacio el porqué ella debe viajar sola? La joven sin pensarlo subió al rumiante, y el caballo avanzó lentamente, permitiendo una distancia adecuada con los dos hombres. —Av
Shaitan · M
Otra razón por la cual se desconocía los rostros de los honorables guardias reales era porque siempre iban cubiertos por una máscara que emulaba al primer protector del emperador: el dragón. Incluso sobre su parche y su expresión portadora de mil experiencias, el joven usaba la monstruosa máscara de dragón oriental que solo permitía la vista de su ojo izquierdo, rojo como el fuego.

Su porte estoico no se vio perturbado por el rápido encaramiento de la médico. Reconocía de inmediato su profesión, no solo por cultura general, sino por el casi siglo que llevaba visitando ese mundo que llamaba Terra.

Mientras su espada envainada la sostenía con su mano izquierda, su diestra se alzó, apuntando el camino delante de ambos. Tenía prohibido hablar cuando no se trataba de situaciones excepcionales, o de guerra, o similares, pero era evidente que le indicaba que siguiera caminando. Estaban prontos a llegar al palacio.
Kail33na · 100+, F
1/2. La médico se erigía como el as oculto bajo la manga de la realeza, convocada únicamente cuando ninguna otra alma podía conjurar la sanación a través de sus dotes curativas. Pero residía en el abrazo del profundo bosque, anclada por motivos misteriosamente personales en aquel entorno natural. De esta manera, cada llamado desde el castillo demandaba un tiempo precioso, como en el día de hoy. Sin embargo, el destino tejía una trama desfavorable a su favor. El mensajero, portador del pergamino que anunciaba la urgente convocatoria, se había extraviado en algún rincón desconocido, también el mismo pergamino había sido arrebatado en un acto de robo, parte de la tinta se había desvanecido bajo la implacable lluvia que había azotado horas antes, y ahora, desprovista de un noble corcel, se encontraba perseguida por la presencia de un enigmático hombre. La médico, sintiendo el peso de la incertidumbre, redujo su paso hasta detenerse por completo, girando su cuerpo para encararlo.
Shaitan · M
[Flashback]

Era normal que la realeza no conociera a sus guardianes nuevos. La única garantía de que se trataba de alguien de confianza era que ningún otro guerrero se había atrevido a cortarle la cabeza desde su salida de los arbustos. Ellos lo conocían; no había hecho buenas migas, pues su capacidad de socializar era nula, mediocre, pero con su estilo de pelea y su imbatible fuerza se había ganado el respeto de ellos a regañadientes -su confianza, todavía estaba por verse-.

En silencio, siguió a la importante figura. Era un joven alto, de porte un tanto tosco, de vestimentas negras al igual que su cabello y una expresión dura que acompañaba a su ojo izquierdo color carmín y su ojo derecho cubierto por un parche de cuero. Su apariencia era la de un muchacho en sus 17 años, pero al conocimiento de nadie estaba que se trataba de una criatura de poco más de mil años cumplidos.

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