70-79, F
Umis ya yétal, i valdëa nat... nas ya cenil.
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SvarturBlod · 18-21, M
Se trataba de una maniaca de las más extrañas ¿Por que ha de ansiar mejorar el pueblo élfico lo males terrenales? Daba igual, la locura de la soledad de una elfa tan "pequeña" perdida en los bosques le debía requerir intentar ayudar a quien se cruce. Svartur rezongó en voz alta mientras ascendía su codo a la mesa, y en su palma apoyaría su mentón como si estuviese apunto de quedarse dormido, observando hacía un punto fijo perdido en la lejana vista, como si infantilmente quisiera ignorar lo que decía, totalmente negado a lo que pudiera decir una orejas paradas.
Pero tampoco es que puede ignorar lo obvio, su estomago sonando como tambores de guerra orcos por la falta de alimentos y su cuerpo entero que se sacudía en deseos de llenar la tripa. Suspiró porque no tenía otra cosa que aire en su cuerpo, los deseos de lanzarse dentro de la olla eran demasiados, comería y de paso ardería hasta morir: El mejor de los destinos según veía.
¿Cómo le pueden comprar tan fácil? Palabras dulces, servidas al morir la aurora. Svartur sintió esas cosquillas que recorren el cuerpo cuando oye algo que inherentemente se oye dulce, se quiera o no, le parecía más cómico y bizarro el que a él le dijese tales palabras. Parecía que la propia Iriel le dedicaba dulces sermones a una cuchilla que se ha roto, le arrullaba con mimos a una herramienta quebrada y oxidada, quizás por eso lo bizarro de aquella situación: Sentía que ya no merecía ser persona, que había abandonado aquella naturaleza de una u otra forma y ahora simplemente era una sombra de lo que alguna vez pudo haber sido como humano, quizás por eso atribuía a las palabras contrarías un sinsentido terrible, sin embargo, sus querencias a la propia naturaleza le hacían vibrar en su corazón, después de todo, por más que se le sacará filo a un humano este seguiría siendo uno. Por esa y muchas razones es que se sentía incomodo ante la presencia de la contraría.
Gracias por la comida. Sentenció con al menos un poco de educación, mientras tomaba la infusión servida y empezaba a beberla, lastimosamente no tenía alcohol pero todo venía bien en aquel momento. Algunas gotas escapaban de sus comisuras, cuestión esperada para quien vivía bajo los estandartes del hambre, curiosamente el sabor no le invadió como esperaba: De un solo golpe para tumbarlo en ese mundo, sino que paulatinamente su lengua se fue acordando de lo que es el agua miel en su ternura y dulzor como un sol que sale desde el lado opuesto a lo planeado. Cerró sus ojos en aquel mero instante, pues necesitaba guardar en su memoria reciente algo tan básico como una bebida.
La comida siguió con balance, ella debería de entender que no quería ni debía hablar, no menos hasta tener el estomago tan lleno que tuviera que vomitar la comida para expulsarla. Pero ahí estaba también en el fondo, ese poderoso dolor que aquellas famélicas personas sienten: Recuerdan que tenían apetito, el propio cuerpo se dedica a pasar factura de lo que alguna vez significa comer bien y todo el tiempo que ha pasado sin consentirlo de esa necesaria manera.
Está rico... Dijo simplemente, afirmando con cuidado, claro es que eran palabras simples al comparación de la capacidad interpretativa de la mujer de los blancos lirios, pero debía entender que para un alma cansada las palabras: Cuan más breves, cuan más cortas y simples más reales eran.
Pero tampoco es que puede ignorar lo obvio, su estomago sonando como tambores de guerra orcos por la falta de alimentos y su cuerpo entero que se sacudía en deseos de llenar la tripa. Suspiró porque no tenía otra cosa que aire en su cuerpo, los deseos de lanzarse dentro de la olla eran demasiados, comería y de paso ardería hasta morir: El mejor de los destinos según veía.
¿Cómo le pueden comprar tan fácil? Palabras dulces, servidas al morir la aurora. Svartur sintió esas cosquillas que recorren el cuerpo cuando oye algo que inherentemente se oye dulce, se quiera o no, le parecía más cómico y bizarro el que a él le dijese tales palabras. Parecía que la propia Iriel le dedicaba dulces sermones a una cuchilla que se ha roto, le arrullaba con mimos a una herramienta quebrada y oxidada, quizás por eso lo bizarro de aquella situación: Sentía que ya no merecía ser persona, que había abandonado aquella naturaleza de una u otra forma y ahora simplemente era una sombra de lo que alguna vez pudo haber sido como humano, quizás por eso atribuía a las palabras contrarías un sinsentido terrible, sin embargo, sus querencias a la propia naturaleza le hacían vibrar en su corazón, después de todo, por más que se le sacará filo a un humano este seguiría siendo uno. Por esa y muchas razones es que se sentía incomodo ante la presencia de la contraría.
Gracias por la comida. Sentenció con al menos un poco de educación, mientras tomaba la infusión servida y empezaba a beberla, lastimosamente no tenía alcohol pero todo venía bien en aquel momento. Algunas gotas escapaban de sus comisuras, cuestión esperada para quien vivía bajo los estandartes del hambre, curiosamente el sabor no le invadió como esperaba: De un solo golpe para tumbarlo en ese mundo, sino que paulatinamente su lengua se fue acordando de lo que es el agua miel en su ternura y dulzor como un sol que sale desde el lado opuesto a lo planeado. Cerró sus ojos en aquel mero instante, pues necesitaba guardar en su memoria reciente algo tan básico como una bebida.
La comida siguió con balance, ella debería de entender que no quería ni debía hablar, no menos hasta tener el estomago tan lleno que tuviera que vomitar la comida para expulsarla. Pero ahí estaba también en el fondo, ese poderoso dolor que aquellas famélicas personas sienten: Recuerdan que tenían apetito, el propio cuerpo se dedica a pasar factura de lo que alguna vez significa comer bien y todo el tiempo que ha pasado sin consentirlo de esa necesaria manera.
Está rico... Dijo simplemente, afirmando con cuidado, claro es que eran palabras simples al comparación de la capacidad interpretativa de la mujer de los blancos lirios, pero debía entender que para un alma cansada las palabras: Cuan más breves, cuan más cortas y simples más reales eran.