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70-79, F
Umis ya yétal, i valdëa nat... nas ya cenil.
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SvarturBlod · 18-21, M
"¿Balanza?" Puedes dormir feliz con eso, pero es una vil mentira. La naturaleza es injusta, y vil. No alcanzan las manos en el mundo para salvarlo. No.

Aseguró como si fuese la verdad más verdadera, al menos para él si lo era. Ni el aroma del alimento lograba espabilarlo de sus ideas turbias, como un lucero apagado está noche es que el estomago requería claridad brindada por el alimento, frunció los labios con sus heridas. Labios secos como dos hojas que han sido pisadas por botas en pleno otoño, los ojos celestes posaban en las llamas y en el cuenco de agua con arroz. Ella hablaba como si nada le valiera, la vida en la natura ¿Cómo no podría ser necesario el dinero ahí? Lógica tenía, su única querencia era el monte, las ramas y los arboles, lógico que la vida en armonía con la naturaleza era necesaria y posible, pero mantener esa armonía en este mundo podrido no era tarea fácil, para nada. Aquello basto para que Svartur sintiera un extraño respeto por esa gente, ella en cierta forma era como aquel leñador que reñido vivía de cortar ramas en su casucha hundida en medio del bosque entre amanecer y espigas: La vida del sudor, la malaria y las serpientes, cuestiones que ella parecía estar totalmente alejada.

Que no valga para ti, no significa que carezca de valor. Más que una sonrisa, con ello no compras nada fuera. Casi caprichoso mencionaba, pues no quería quedarse con las palabras en la boca (Si de una manera u otra, ahora debería estar muerto).

Sin embargo sus finales palabras le sirvieron para ponerle un genuino tapón en su boca ¿Cómo negar lo que ella indica? Ha visto atisbos de su magia, muy breves. Pronto sonarían más, por mas que Svartur sintiera cada una de sus costillas flojas por la humedad, el hambre y el dolor, tomaría asiento en una de las sillas del comedor. Observándole de soslayo para no babear por el hambre, revisaba sus bolsillos mientras extraía de ahí pan seco, galletas, migajas y hongos secos, era la primera vez que frenaba a comer algo así ¿Hace cuanto que no sentía ese aroma? Sus ojos se ponían suavemente húmedos, pero él tragaba el tormento, lo hubiera querido así siempre.

Amargo como lamer un carbón, no tenía sentido el resistir el sonido de agua sazonando la comida. Era muy rico para quejarse.

"No tengo el poder..." Pensó.
 
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