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70-79, F
Umis ya yétal, i valdëa nat... nas ya cenil.
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SvarturBlod · 18-21, M
¿Los bosques han oído mis quejidos? El mundo es más grande que esté bosque, todos los caminos están repletos de peregrinos heridos. El Sur se ha batido en guerra con tribus de Este, los muertos son ahora ceniza que mis botas llevan en cada paso dejando un camino de sus despojos, ahí no queda ni bosque, ni siquiera el viento es capaz de contar esas historias...Solo son susurros de tormento.

Entrenado como bardo había sido, he de ahí su elocuencia que aunque breve y austera, parecía digna de un gremio de poca monta de callejeros truhanes. Claramente es que la desconfianza hacía ella todavía era más que clara, primero que nada al ser una elfa ayudando a un simple humano, su experiencia con el pueblo de "orejas paradas" era tan nefasto como ruin, cosa que temía repetir. Pero no tenía ánimos de luchar, ni sus piernas tenían intención de huir. La arboleda le parecía fétida, y ciertamente sus ojos se negaban a ver la belleza de las cosas más simples, como un perro sus ojos agraciados en color celeste solo podían percibir el blanco y negro metafóricamente, pues su visión del mundo hacía justicia al tormento de su vida en general.

La ayuda de una sola persona no puede hacer gran diferencia. Ni siquiera esas luces diviendose como por arte de magia, una ironía justa al momento de esbozar desde sus labios aquellas palabras. Pese a claramente inhabitada por algunos días, todo estaba en un orden que hace ya mucho tiempo no recordaba, quizás meses enteros sin ver una habitación de tal porte, ante sus ojos era lo mismo que estar en un lugar de nobles y ricachones, totalmente alejado de sus modus vivendi. El aroma a los víveres parecía ser muy alejado de cualquier ilusión que un Raksasa pudiera crear, lo que veía era real.

No tengo dinero para pagarte esto, ni en sueños. Señaló con seguridad, ya que en su vida alguien sería tan alejado de sus cosas para poder ofrecérselas a un pillo que vagaba que lo más probable sera que se robe cada cuestión y saliera huyendo apenas recuperado esté. Quizás la elfa estaba demente, creyendo en la bondad de los humanos. Svartur dejó por cortesía sus sucias botas de cuero negro, exponiendo sus pálidos pies vendados por hierbas y seda blanca, sanando quemaduras y ampollas que lógicamente tal marcha había generado, la palidez enfermiza de su tez se veía reflejado en cuan rojas esas heridas en tratamiento estaban.

Se removió de su capa, dividiéndola en dos mitades que exponían el sinfín de armas que portaba. Cuchillos baratos, manufacturados con roca de mala calidad, dagas curvas, hilos sosteniendo sus mangos. Bandoleras oscuras que portaban en cada lado quien sabe que objetos y herramientas, una mandolina (laúd más bien) de seis cuerdas finas colgaba en su espalda alta, pequeña y ligera. Solo una armadura de cuero oscuro, con harapos de tela negra poseía como vestimenta en un pantalón rudimentario con manchas de fango, lejos de eso: Su rostro expuesto ante la luz se veía inocente en primer mirar, desde sus cejas elevadas oscuras naturalmente dotadas de una personalidad propia por sus movimientos involuntarios. La nariz respingada, aunque en su tabique yacía una clara señal de desviación por un viejo golpe, los ojos celestes estaban dotados de una viveza sin igual en su color, pero con una oscuridad tétrica en su mirar. La boca fruncida, molesta de sus propios tormentos.

Se acercó a ayudarle sin pensarlo, moviéndose con una celeridad quizás inexplicable pese a su agotamiento. Actuó por una inercia que no supo explicar (tampoco es que tuviera en su estado actual más fuerza que ella) pero quizás era el propio encanto de tal criatura misteriosa lo que le inspiraba a actuar. Intentó simplemente poner su palma izquierda debajo del cuenco, solo ayudandole a estabilizarse. Pasase lo que fuere, él se arrepentiría en ese mismo instante de su acto, arremetiendo con la misma ferocidad usual.

No tienes que hacer esto por mi, hay gente fuera que lo merece más que yo.
 
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