HI1533584 is using SimilarWorlds.
Join SimilarWorlds today »
Eʟ ɪɴғɪᴇʀɴᴏ ᴍᴇ ᴘᴇʀᴛᴇɴᴇᴄᴇ. ¿Cʀᴇᴇs ᴘᴏᴅᴇʀ ᴏғʀᴇᴄᴇʀ ʀᴇsɪsᴛᴇɴᴄɪᴀ?
About Me
The Whiteboard is a place where people can send Gestures, Attributes, Images, Comments, and much more...
What would you like to add to HI1533584's Whiteboard?
Attribute
Gesture
Just a Comment
This comment by SamPorterBridges is pending approval.
 
Send Comment
As1526751 · M
[b][i][center]Parte 2[/center][/i][/b][sep]
[code][center]El demonio esbozó una amplia sonrisa que iluminó su oscuro semblante al ver tan sorpresivo encuentro, no era común verla y menos de manera personal, pues la misma decidía quedarse encerrada en su loft y sólo salir cuando era necesario, pero curiosamente, a pesar de que sonase a una persona reservada, era lo contrario; tenía un extraño gusto en usar vestimentas demasiadas reveladoras y que destacaban mayoritariamente por los tonos brillantes[b]— ¿Pero que tenemos aquí? —[/b]Cuestionó el azabache al mismo tiempo que dejaba la copa sobre la plana superficie de cristal que pertenecía al escritorio. La mujer caminó y tomó asiento en la esquina del escritorio; cerca de su jefe para cruzar coquetamente las piernas y mostrar el encaje de las medias que había elegido especialmente para el encuentro con el demonio[c=#006600]— Adivina quién se propuso a venir por ti. —[/c]El hombre ladeó la cabeza hacia el costado derecho y su sonrisa no podía ampliarse más. Que la “gran majestad” viniese al mundo que detestaba por su compañía, era algo que no podía encontrar más dulce[c=#006600]— Parece que le haces falta, que malvado es usted. —[/c]Continuó por decir la fémina al ver la sonrisa de su jefe, llevando su diestra mano para tomar de la bebida que disfrutaba el demonio cuando llegó. El hombre se puso de pie y con agresividad se colocó enfrente de Drei, abriéndola completamente de piernas para lograr colarse en el espacio personal de la mujer. Las manos del demonio se deslizaban por las piernas de su empleada, sintiendo la fina tela de las medias que poseía[b]— ¿Y cuándo vendrá? —[/b]La dama se veía incapaz de responder, pues su mente se encontraba en otra parte por las diezmadas caricias que provenían del hombre que tenía enfrente[b]— Sigues siendo tan débil… Así que he ganado. —[/b]Respondió el azabache a la par que detenía las acciones de sus manos para tomar un pequeño sorbo de la bebida alcohólica, volviendo a tomar asiento sobre el sofá en el que se encontraba anteriormente. La joven soltó un suspiro y se reincorporó nuevamente al cruzar sus piernas por segunda vez, siendo más recatada en esta ocasión[c=#006600]— Escuché que probablemente mañana, exactamente, en un par de horas. —[/c]El hombre volvió a dar un sorbo para dar fin con el líquido en el vaso, y seguidamente colocarlo sobre la superficie del escritorio[b]— ¡Perfecto! Avisa a todas. Tenemos que darle una bienvenida a nuestra “Reina”. —[/b]Empleó un sarcástico tono de voz ante la última palabra que pronunció mientras la fémina se limitaba a retirarse de la oficina. Los últimos dos días transcurrieron con normalidad en la discoteca, no había necesidad de detener la diversión que ofrecía su local, pero él no volvió en ese tiempo.

Era por la tarde cuando las cámaras ocultas grabaron la presencia de la pelirroja, y con un simple aviso por parte de Ein, el demonio se dirigió a su establecimiento; ansioso y cautivado por la simpleza de que la diversión se vería en aumento con la aparición de la dama. Al llegar al lugar, observó como las puertas se encontraban abiertas, parecía que quería impresionarlo; algo común en ella. Por suerte, le había dicho a Ein que retirara a la seguridad que cuidaba el local cuando no estaba abierto al público; no deseaba perder valiosos recursos tan a la ligera, ya que seguramente la pelirroja les arrebataría la vida sin pensarlo. Caminó por su establecimiento, mirando como la dama había avanzado y dejado rastros de su presencia. Parecía que quería tomarle por sorpresa, pero no había por qué no darle ese lujo; finalmente, ella había viajado hasta él.

Entró a su oficina sin el menor esfuerzo debido a que la puerta se encontraba abierta, todo esto para sorprenderse de la deleitante vista que yacía enfrente de sus ojos. Se tomó un par de segundos para disfrutar de ese momento, curiosamente, le agradaba tener la devuelta, pues la diversión y entretenimiento que tenía con ella era algo inigualable. Finalmente, se encaminó hacia la fémina[b]— ¡Pero que milagro! Ops, quizá no debería meter las cosas religiosas entre nosotros. ¿No lo crees? —[/b]Comentó a la par que se situaba a un lado de la dama, extendió su diestra para tomarla por las piernas y bajarlas del lugar donde las mantenía recargadas. Seguidamente, sus manos la tomaron por la cadera, para que, con ayuda de su acompañante, se levantara y tomara él asiento sobre el sofá para que ella se sentara sobre sus piernas[b]— ¿Y qué te trae a este repugnante mundo? —[/b]Esbozó una sonrisa al denominar la superficie como ella solía llamarlo. Por último, sus manos se quedaron en reposos sobre las piernas de la pelirroja para de esta forma, esperar la respuesta de la fémina. [/center][/code]
As1526751 · M
[b][i][center]Parte 1[/center][/i][/b][sep]
[center][code]La oscuridad comenzaba a tomar posesión sobre el firmamento, y las variadas tonalidades rojizas, naranjas y amarillas iban perdiendo terreno en el cielo. Aquel espectáculo que se volvía frecuente cada día le parecía una ceremonia agraciada para dar paso a la noche, pues toda esa exhibición le recordaba específicamente a una enfermedad que sufrían los débiles mortales; cáncer. El desfile que hacían las nítidas nubes al cambiar las tonalidades que poseían como sí se tratase de una modelo que cambiaba de vestimenta en plena pasarela, y era curioso que pensara tanto en cosas terrenales, quizá, simplemente le había tomado cariño a ese mundo frágil e imperfecto.

El azabache se encontraba recostado sobre la dura superficie del suelo de la terraza de un edificio que solía frecuentar por ser el más alto de la ciudad, siendo esta zona, su lugar idóneo para despejarse de las tediosas tareas que debía sobrellevar día a día, pero para ello tenía un personal que era más que cualificado para llevar tareas tan simples como abrir las puertas del antro cuando el reloj marcaba las diez en punto. El movimiento de su dedo índice golpeando la fría superficie del suelo marcaba sincronizadamente con el tic-tac del reloj de bolsillo que llevaba dentro de la chaqueta de cuero negro que llevaba puesta como un simple adorno, pues él no sentía particularmente frío.

Una fuerte corriente de aire golpeó su cuerpo, y sus negreceos mechones se desacomodaron revoltosamente, volviéndolos a acomodar con lentos movimientos de su siniestra mano. El clima había bajado un par de grados, las corrientes de viento se volvían más frecuentes y fuertes; todo le daba a entender que llovería pronto sobre la ciudad. Y como predijo; las diminutas gotas de lluvia no tardarían en hacer presencia, mojando de la manera más humilde todo a su paso, inclusive, un par de las mismas cayeron sobre su rostro provocando que sus orbes se ocultasen ante el húmedo y frágil tacto de la limitada vida de la gota. Si las primeras gotas habían hecho acto de presencia ya, seguramente no tardarían en llegar todas las demás para empapar toda la ciudad. Era momento de partir, no se encontraba con ánimos para entrar en un estado de humedad, así que se levantó del lugar, pero un sonido en particular le llamó la atención; el sonido característico del caminar con tacones altos. Sin prisa, dirigió su mirar a dónde provenía el ruido, observando que el causante era Ein; su asistente personal. La fémina llevaba un paraguas negro que hacía juego con el vestido lo suficientemente revelador para una empleada del demonio. La fémina se colocó a un lado del azabache para cubrirlo bajo la sombrilla, y el hombre se limitó a caminar pausado para facilitarle el trabajo a su empleada.

Un par de horas habían transcurrido desde aquel suceso, y él yacía sentado sobre el cómodo sofá de cuero que daba frente al enorme cristal que otorgaba una amplia y espectacular vista sobre la calle en la que se situaba su local. El dulce sonido ambiente de la música electrónica, más las exquisitas mezclas de alcoholes que creaba su barman y el panorama de la capital desde el confortable asiento; era deleitante para él. Dudaba que algo pudiese romper esa tranquila brecha de ocio, pero el momentáneo aumento en el sonido de la música, causó que diera vuelta dentro del mismo eje del sofá. En esta ocasión era Drei, una peliverde de estatura media que se encargaba de los asuntos sobre comunicación, y no sólo de la superficie, sino también del bochornoso lugar de donde provenía su jefe. [/code][/center]