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Eʟ ɪɴғɪᴇʀɴᴏ ᴍᴇ ᴘᴇʀᴛᴇɴᴇᴄᴇ. ¿Cʀᴇᴇs ᴘᴏᴅᴇʀ ᴏғʀᴇᴄᴇʀ ʀᴇsɪsᴛᴇɴᴄɪᴀ?
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As1526751 · M
Parte 2
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El demonio esbozó una amplia sonrisa que iluminó su oscuro semblante al ver tan sorpresivo encuentro, no era común verla y menos de manera personal, pues la misma decidía quedarse encerrada en su loft y sólo salir cuando era necesario, pero curiosamente, a pesar de que sonase a una persona reservada, era lo contrario; tenía un extraño gusto en usar vestimentas demasiadas reveladoras y que destacaban mayoritariamente por los tonos brillantes— ¿Pero que tenemos aquí? —Cuestionó el azabache al mismo tiempo que dejaba la copa sobre la plana superficie de cristal que pertenecía al escritorio. La mujer caminó y tomó asiento en la esquina del escritorio; cerca de su jefe para cruzar coquetamente las piernas y mostrar el encaje de las medias que había elegido especialmente para el encuentro con el demonio— Adivina quién se propuso a venir por ti. —El hombre ladeó la cabeza hacia el costado derecho y su sonrisa no podía ampliarse más. Que la “gran majestad” viniese al mundo que detestaba por su compañía, era algo que no podía encontrar más dulce— Parece que le haces falta, que malvado es usted. —Continuó por decir la fémina al ver la sonrisa de su jefe, llevando su diestra mano para tomar de la bebida que disfrutaba el demonio cuando llegó. El hombre se puso de pie y con agresividad se colocó enfrente de Drei, abriéndola completamente de piernas para lograr colarse en el espacio personal de la mujer. Las manos del demonio se deslizaban por las piernas de su empleada, sintiendo la fina tela de las medias que poseía— ¿Y cuándo vendrá? —La dama se veía incapaz de responder, pues su mente se encontraba en otra parte por las diezmadas caricias que provenían del hombre que tenía enfrente— Sigues siendo tan débil… Así que he ganado. —Respondió el azabache a la par que detenía las acciones de sus manos para tomar un pequeño sorbo de la bebida alcohólica, volviendo a tomar asiento sobre el sofá en el que se encontraba anteriormente. La joven soltó un suspiro y se reincorporó nuevamente al cruzar sus piernas por segunda vez, siendo más recatada en esta ocasión— Escuché que probablemente mañana, exactamente, en un par de horas. —El hombre volvió a dar un sorbo para dar fin con el líquido en el vaso, y seguidamente colocarlo sobre la superficie del escritorio— ¡Perfecto! Avisa a todas. Tenemos que darle una bienvenida a nuestra “Reina”. —Empleó un sarcástico tono de voz ante la última palabra que pronunció mientras la fémina se limitaba a retirarse de la oficina. Los últimos dos días transcurrieron con normalidad en la discoteca, no había necesidad de detener la diversión que ofrecía su local, pero él no volvió en ese tiempo.

Era por la tarde cuando las cámaras ocultas grabaron la presencia de la pelirroja, y con un simple aviso por parte de Ein, el demonio se dirigió a su establecimiento; ansioso y cautivado por la simpleza de que la diversión se vería en aumento con la aparición de la dama. Al llegar al lugar, observó como las puertas se encontraban abiertas, parecía que quería impresionarlo; algo común en ella. Por suerte, le había dicho a Ein que retirara a la seguridad que cuidaba el local cuando no estaba abierto al público; no deseaba perder valiosos recursos tan a la ligera, ya que seguramente la pelirroja les arrebataría la vida sin pensarlo. Caminó por su establecimiento, mirando como la dama había avanzado y dejado rastros de su presencia. Parecía que quería tomarle por sorpresa, pero no había por qué no darle ese lujo; finalmente, ella había viajado hasta él.

Entró a su oficina sin el menor esfuerzo debido a que la puerta se encontraba abierta, todo esto para sorprenderse de la deleitante vista que yacía enfrente de sus ojos. Se tomó un par de segundos para disfrutar de ese momento, curiosamente, le agradaba tener la devuelta, pues la diversión y entretenimiento que tenía con ella era algo inigualable. Finalmente, se encaminó hacia la fémina— ¡Pero que milagro! Ops, quizá no debería meter las cosas religiosas entre nosotros. ¿No lo crees? —Comentó a la par que se situaba a un lado de la dama, extendió su diestra para tomarla por las piernas y bajarlas del lugar donde las mantenía recargadas. Seguidamente, sus manos la tomaron por la cadera, para que, con ayuda de su acompañante, se levantara y tomara él asiento sobre el sofá para que ella se sentara sobre sus piernas— ¿Y qué te trae a este repugnante mundo? —Esbozó una sonrisa al denominar la superficie como ella solía llamarlo. Por último, sus manos se quedaron en reposos sobre las piernas de la pelirroja para de esta forma, esperar la respuesta de la fémina.
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