Te deseo... y no sólo tu cuerpo, a ti... aunque tampoco deseo lastimarte más de lo que estás... por otra parte... *Por un momento le pasa por la mente, algo que, no sólo él deseo hacer en el momento de conocerlo, sino que otros de sus familiares cercanos le han planteado: ¿Por qué no lo ha bautizado con su sangre?
En variadas ocasiones, ha llegado a pensarlo, sin embargo, también ha pensado que, de hacerlo, su esencia podría perderse. Es verdad que, los esparvus, con el bautizo, fortalecen las cualidades de sus siervos, para que estos puedan servir mejor a sus propósitos; sin embargo, también es en el fondo una pequeña maldición, con la que los hacen más propensos a corromperse bajo el poder del esparvus.
Al final, el Monarca sólo toma por los hombros al muchacho, para sentarlo, con delicadeza y sentarse él a su lado.* Esperaré a que no haya riesgo de lastimarte más... hagamos lo que tú quieras hacer, ahora... *Dicho aquello, (...)